GOLES SUENAN A LA DISTANCIA

PALABRAS:
GOLES SUENAN A LA DISTANCIA - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
LIKE A STONE - (Audioslave) - Versión acústica 2008 - Hernán Pesce - Parte del cd "Music for our sons"


GOLES SUENAN A LA DISTANCIA

Entré a la Plaza Irigoyen por la calle Mitre, por donde siempre entraba a las tardes después de hacer la tarea, pero treinta años después.

Pisé sus baldosas con los sentimientos a flor de piel, como se deben sentir los que alguna vez se fueron de su país como exilados por pensar distinto, mejor dicho, por pensar, o como los que se fueron buscando un futuro mejor y vuelven a la casita de los viejos a mostrar las medallas que el desarraigo y dolor premian con dólares o euros.

Me fui acercando despacito, casi sin querer importunar y los últimos metros los recorrí con los ojos cerrados, para poder volver a verme a mi mismo gambeteando pibes y grandes hasta que las zapatillas pedían cambio de tanto frenar, arrancar y acariciar la n° 5.

Cuando llegué hasta el centro de la plaza, ahí donde bautizamos El Monumental a ése espacio de baldosas que eran todo nuestro mundo con Ghino y el Gordo Bellene, dos bosteros a ultranza, dejé que el corazón hiciera su trabajo y se las arreglara con la emoción y los recuerdos y me dispuse a mirar el picadito que estaban jugando los pibes que ahora desandan sus sueños por ese pentagrama rojo sangre que tiene dos arcos hechos con los bancos donde a la noche, los amantes, se roban besos jurándose amor eterno.

Ya mis ojos atentos trajeron de una patada a mi corazón, que estaba demorado en la aduana de los recuerdos y al toque tomé partido por el equipo que comandaba un pendejito con las medias caídas y una pinta de atorrante que no podían disimular sus ojazos verdes.

El pibito frenaba, enganchaba y hacía pasar de largo a cuanto rival se le cruzara por el camino y era tanta su desfachatez que los esperaba de nuevo y los volvía a encarar para hacerlos pasar como micro lleno.

Me llamó mucho la atención ese gesto que solo tienen los talentosos, esa media sonrisa que no se le descolgaba de la cara ni cuando alguno de sus rivales, hartos de pasar vergüenza, le tatuaba una patada a la altura de la rodilla.

Nada de esto me tendría que sorprender, yo había ido hasta allí a verlo a él.

Y sin embargo se me hizo un nudo en la garganta cuando el arquerito revoleó la pelota por los aires y el “nene”, en tres cuarto de cancha, la durmió en su exiguo pecho y le amortiguó la caída hasta que la redonda descansó bajo su suela derecha.

Con la pelota dominada encaró al primero que le salió y lo dejó mirando, totalmente desubicado, hacia donde alguna vez estuvo el monumento de Don Hipólito.

Al segundo pibe que le salió al encuentro le fue un poco peor, se la tocó por un costado y él se fugó por el otro, como hará dentro de unos años cuando se ratee del colegio, casi con los centímetros justo para maniobrar ante la salida del arquero.

Y quieren creer, frenó la pelota cuando el arquero ya lo estaba atorando, se adelantó un poquito y la enganchó con una bicicleta que hizo que la guinda subiera por una escalera que lleva al cielo y la fue a esperar detrás de éste, como se esperan esas cosas que nunca se alcanzan.

La volvió a dormir en el empeine y con todo el arquito a su disposición la empujó levemente, sin hacer casi ruido, para poner el partido, ya, como mil a cero.

Juro que salté, juro que lo grité como grité el gol del Diego a los ingleses y juro que Samir venía hacia mi a festejarlo cuando, de pronto, se arrodilló en el suelo, ése suelo que tantas veces pisé yo, y cerrando los ojos miró hacia el cielo y con una mano en el corazón y la otra apuntando hacia arriba, se lo dedicó a su viejo, que vive en Dallas y ahora lo estaba festejando a través de mi.

a Samir y al Turco, por dejarme imaginar.


QUE ESTÉN SONRIENDO

FELIZ DIA PARA TODOS, AMIGOS...!!


PALABRAS:

QUE ESTÉN SONRIENDO - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
ALFONSO - (Las Vacas Sagradas)
Versión acústica 2008 - Hernán Pesce


QUE ESTÉN SONRIENDO

He atravesado este día, digo, la celebración del mismo, de muy diversas formas y estados de ánimo a lo largo de mi vida.

Recuerdo hace muchos años ir a festejarlo a una pizzería de mala muerte en la calle San Juan, calle grasa de Mendoza si las hay, con los hermanos que me regaló la vida y mearnos de la risa desde que entramos (todos) hasta que salimos (ellos) y digo esto porque como yo era el único que laburaba en ese momento me tocó la suerte de pagar la cuenta.

Ahí recontraputié a la vida por darme unos hermanos tan insolventes y poco proclives al trabajo.

Otra vez lo fui a festejar con Rufino y su perro de ojos verdes a su mansión que queda debajo del puente que divide a la República de Dorrego del Principado de Godoy Cruz y mientras jugábamos a ver quien contaba más autos con una sola luz, nos empinábamos un Termidor Tinto Box, hablando de sus amigos y los míos, entre las bolsas de basura que habían cirujeado, ellos dos, en el día.

En otra ocasión lo pasé tomando Champagne Barón B y con las patas sobre una alfombra persa de u$s 30000, haciendo la digestión de una abultada y pagana ingesta de salmón rosado, copas de camarones y machas a la parmesana.

La pasé mejor con Rufino y su perro de ojos verdes.

Una vez, el 20 de julio, me encontró en un bar, que ya no existe, con una Quilmes de por medio y con Sol sentada frente a mi con los ojos en pleno diluvio y a los dos nos envolvía una tristeza indisimulable por la ausencia de nuestros más queridos amigos.

Hasta que se armó en el lugar una fiesta increíble y empezamos a abrazarnos a desconocidos y a brindar con ellos y nos agarramos un pedo XXL y volvimos a casa haciendo zig-zag por las calles, casi las mismas zetas que tenían nuestros corazones, cinco o seis horas antes.

Ahora mi memoria ram se destilda y me lleva de una patada al recuerdo de un festejo que me agarró al mediodía comiendo en Que tal Pascual, restaurant infecto como pocos, con BigVerni, compartiendo un lomo porque no había más guita (hablo de mediados de los ’90, ¡los únicos dos que no teníamos guita, en el país, éramos nosotros dos!) y después de brindar me fui a mi casa y me llamó Paola y me fui a su casa y bailamos jazz en las sombras cómplices de la tarde y a la noche fuimos a bailar a CMENTO, cada uno por su lado y la mañana siguiente nos agarró otra vez juntos y hubieron choque de planetas, caídas de estrellas, fuegos artificiales y la primera versión de lo que todos conocemos hoy como tsunami y ahora la memoria pública me recuerda que soy un caballero y un caballero no tiene memoria para los detalles que incluyan a una dama.

El festejo del año pasado fue bastante inusual porque me encontró con mi copa de vino rebalsada de vino y recuerdos, apoyado en la barra de AGOSSTO y a mi hijo Fede con su Coca Cola, fascinado por su primera noche de bares y diciéndome cuando dieron las doce...” ¡Feliz día del amigo, Pá!...”, una noche de felicidad y sorpresa inconmensurable por motivos ahora inconfesables y que fue la base fundadora de esta incertidumbre lacerante que vive conmigo y que está pronta a cumplir un añito de vida.

Y este año, de no mediar algún milagro, me va a agarrar solo, en mi cueva “nueva” (una forma por demás elegante de presentarla) de la calle Mitre.

Ya no van a estar mi ventanal amado del sucucho de Beltrán (por razones impagas e injustas de desalojo inmobiliario) ni Teresita, que decidió irse a vivir al paraíso de las plantitas de interior (si es que ese lugar existe me quiero ir ¡ya! con ella).

Tampoco van a estar El Negro, porque se exilió con su panza y mi amor a Río Gallegos, ni Grillo porque vive en Comodoro Rivadavia (acá lo seguía mucho la cana); ni Mayi porque vive en San Luis y ése es otro país (allá se festeja el día que se le canta el culo a los Rodríguez Saá); ni Ale porque su ventana ya no da a la calle Río Cuarto sino a una playa en las Islas Canarias; ni el Pata porque seguro se queda puteando porque no le arranca el auto; ni Fato ni Michiels porque vaya a saber Dios por donde andan; ni BigVerni, la otra aleta de este pez, porque su culo descansa plácidamente en Barcelona; ni el Turco porque hace bocha que vive en el primer mundo luciendo el peinado que usó para ir a ver a The Cult en River hace casi veinte años; ni Matu porque estará amasando pizzas porque ese día AGOSSTO va a estar hasta las manos; ni Quique ni Flochi porque seguramente se colgaron, (¡prendan una RISA a mi cuenta!); ni el Gordo Martín porque seguro saldrá con alguna de sus muñecas in-fla-ma-bles, más ahora que se metió en facebook; ni Angelo porque estará con La Negra esperando a, que el que lleva adentro, le golpee la puerta para avisarle que tiene que ponerse a escribir, mejor dicho, a vivir.

Cuando den las doce, abriré un vinito tinto de procedencia dudosa y más con el cuore que con la mente, haré viajar sus feas caras hacia mi alma en el avión de los recuerdos y en silencio, brindaré por ellos con sus sillas vacías.

Esta pequeña historia que viene a continuación está dedicada a todos los que me sienten como los siento yo.

Ustedes saben bien quienes son.

¡Feliz fuckin’ Día del Amigo!


HERIDOS DE DISTANCIA

En las horas de la siesta, Valentín caminaba hasta la esquina de la casa de La Olga y esperaba un ratito afuera.

O al revés, el que caminaba hasta la puerta de la casa de Juan era Micky y también esperaba, sin mucho por hacer, a que Valentín saliera.

Después de unos momentos de charlas triviales entre los dos, se iban caminando despacito, uno al lado del otro, por Andrés Tejeda como apuntando a la montaña, sin decirse mucho.

En una de esas siestas, Valentín le dijo a Micky que se mudaba de barrio y que se iba a complicar mucho el encuentro a la siesta después de comer.

Micky acusó recibo en silencio. Ya estaban viejos para despedidas.

La edad de los perros, dicen, se cuenta por siete.

Con el tiempo, ambos, heridos de distancia, se fueron a vivir al barrio que hay detrás de las estrellas y cuenta la leyenda que Micky todavía espera frente a la nube en la que vive Valentín a que salga de una vez por todas como hacía yo cuando esperaba a que Ale terminara de hacer no se qué y juntos nos íbamos, sin decirnos mucho y compartiendo auriculares y vida, escuchando a Calamaro en un walkman viejísimo.


...un barco frágil de papel, parece a veces la amistad,
pero jamás puede con él la más violenta tempestad.
Porque ése frágil barco de papel tiene aferrado a su timón,
por Capitán y timonel...un corazón...

ALBERTO CORTÉZ, a mis amigos


EXIGIENDO UNA EXPLICACIÓN

PALABRAS:
EXIGIENDO UNA EXPLICACIÓN - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
DON'T GIVE UP - (PETER GABRIEL)
Versión acústica 2008 - Hernán Pesce

Falta de actitud; ineptitud innegable; serios problemas motrices, muchos más serios problemas psicológicos; ¿falta de amor en la niñez, quizás?; poco contacto entre las pocas neuronas que habitan el mismo sitio; falta de irrigación de suficiente sangre hacia el cerebro; tal vez, traumas post adolescentes sin resolver; experiencias fallidas con resultados desastrosos en la pubertad; bajísima autoestima; Edipo mal resuelto; retraimiento hacia el sexo opuesto; desmedida tendencia a la inconsistencia, demasiada vocación a la bebida; insomnio; exagerada inclinación a creer que los sueños son parte de la realidad, excesiva inclinación a negar la realidad; calvicie premeditada; traumas para comer solo, terror indescriptible al agua y a los perros grandes; insistente compulsión por la limpieza, obsesión por la puntualidad, obsesión por el cumplimiento de la palabra dada, obsesión por aprender pocas cosas de muchas cosas; poca tolerancia a la derrota, demasiada tolerancia al aislamiento; exiguo equilibrio emocional, autismo auto recetado; delirios de grandeza; escasa paciencia a mantener la cordura en situaciones delicadas; seguir creyendo en cosas que ya nadie cree como por ejemplo el amor; tabaquismo, alto colesterol; escasez de suerte; fobia a la mentira, honestidad brutal; inmoderado interés en nimiedades, insuficiente interés en cosas importantes; ateísmo irrevocable, poseer todos los pecados capitales menos la envidia, no gozar de alguna virtud cardinal, haber comulgado una sola vez (o dos) y sin confesarse, cargar con la mayor cantidad de culpa como indica el manual del occidental judeocristiano, etc.

Todos estos elementos de la psiquis combinados en su justa medida y batidos dentro de mi ser, pueden ser la explicación exacta de porque puta no puedo abrir, normalmente, un paquete de galletas.

PEQUEÑAS ANÉCDOTAS SOBRE LAS INSTITUCIONES

PALABRAS:
PEQUEÑAS ANÉCDOTAS SOBRE LAS INSTITUCIONES - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
HALLELUJAH - (Leonard Cohen)
Versión acústica 2008 - Hernán Pesce

Hay tres instituciones a las que, por todos mis medios, trato de evitar.

La primera es la policía.

Será porque se visten de azul y yo, que odio con más tesón a La Lepra que el amor que le prodigo al Tomba, me da escozor el solo hecho de cruzármelos.

O será por el uso y abuso de sustantivos, adjetivos o adverbios, que incluyen en su discurso y de los cuales no tienen la más puta idea de lo que significan.

No hay nada más patético que escuchar por televisión o por radio a algún agente de la fuerza pública explicando los pormenores de algún operativo utilizando un lenguaje que les queda más extraño que la mesura a Maradona.

Un poco más joven de lo que soy ahora fui un habitué de las seccionales 2da.y 3ra.y en mi defensa solo puedo alegar que siempre fue por culpa de Grillo. La prueba está en que desde que él se fue a vivir a Comodoro Rivadavia a mí nunca más me llevaron en cana.

Desde ahí que trato de evitarlos.

A la cana y a Grillo.

Otra cosa que eludo con bastante elegancia son los hospitales.

Debe ser porque soy tan hipocondríaco que, casi siempre, alucino que cuando camino por algunos de sus pasillos, cuando voy a visitar a alguien que está internado, me voy a ir contagiando desde hepatitis C hasta fractura expuesta de tibia y peroné.

De este modo y por este medio paso el aviso, a quien corresponda, que si se le ocurre enfermarse y su vez internarse, yo lo voy a ir a ver cuando le den el alta.

Por mi escasa salud...mental.

Y por último, la nunca tan bien ponderada, corporación eclesiástica.

Aborrezco ir a la iglesia y participar de tan hipócrita show. Todos estos años he tomado un curso acelerado de ateísmo pero, sin embargo, me di cuenta que mi problema no es con el Dueño del circo, sino, con los monos a los cuales les tercerizó su empresa de entretenimientos.

Hice catecismo, como Dios manda, y durante dos eternos años concurrí todos los sábados a la mañana a tomar clases de teología. En mi interior sabía que lo que me motivaba a ir era tener el patio de la escuela para nosotros solos y poder jugar un picadito sin las interrupciones de los pibitos de grados más chicos ni la presencia de las típicas gordas de mi grado que se ponían a tirar al aro de básquet sin percatarse de que abajo habíamos puesto nuestro arco hecho, los palos, con dos buzos.

Nunca me interesó saber quienes habían sido los personajes VIP que pudieron entrar al Arca de Noé.

Luego hice la comunión y, la verdad, entré torcido con esto de los sacramentos porque el día que hacían la confesión masiva de almas impuras yo estaba jugando la final de un campeonato de baby fútbol.

Ergo, comulgué la oblea, cero azúcar y que me duró pegada dos días en el paladar, sin haber confesado los pecados mortales que había cometido durante los ochos años de mi exigua existencia.

Ahí puede estar explicada la maldición que cayó sobre mí porque no se tiene registro de alguien que haya recaudado tan poca guita en la entrega de las benditas tarjetas.

La confirmación me la pasé de largo y ahí radica el error y su inmediata explicación de porque no pegué nunca una mina entre los doce y los diecisiete años.

Del que no pude zafar fue del sacramento del casamiento y, vaya paradoja, la única persona como la gente que conocí cumpliendo funciones eclesiásticas fue al Padre Aldo, el cura que nos casó.

Mi futura esposa, muy religiosa ella, insistía en que yo tenía la obligación de conocer al cura y, además, confesarme para comulgar en la ceremonia.

Yo estaba más preocupado por el cotillón y por el viaje de luna de miel a Punta Cana que por el Sí, Quiero.

Un día antes de la ceremonia religiosa no lo pude evitar más y tuve que ir a la iglesia a conocer a este tipo y caí con el tiempo justo y con todos los prejuicios encima.

Apenas nos presentaron me tomó amistosamente del hombro y, pidiéndole permiso a mi futura ex esposa, nos separamos unos metros de ella para que se desarrollara este diálogo:

PADRE ALDO: - Oíme Negro, contestame la pura verdad, ¿la piba está embarazada?

YO: -¡No Padre!, ¿cómo se le ocurre semejante cosa?

PADRE ALDO: -Y entonces, ¿me querés explicar para que mierda te casás?

Con esa frase se robó mi corazón para todo el viaje y fue, encubierto en pregunta y sarcasmo, uno de los tantos valiosos consejos que me han dado en la vida y que, por supuesto, yo no escuché.

Así me fue también.

Espero que el día que me toque pasar para el otro lado sea de una manera, digamos, natural.

Que no sea por causa de un asesinato que haga que anden pululando alrededor de mi cuerpo ensangrentado en la escena del crimen esos pequeños hombrecitos de azul pronunciando palabras ininteligibles, por lo menos para ellos.

Que no sea por una enfermedad que haga que me guarden en un hospital, rodeado de otras enfermedades y de ese olor asqueroso a sopa crema mezclado con brilla pisos y enfermeras gordas y malhumoradas, sacadas de algún cuadro de Botero.

Y, por Dios, que a nadie de los que queden a mi lado al final de mis días se le ocurra la genial idea de traerme a un cura para que me dé la extremaunción.

Si esto no se pudiera evitar, ¡consíganme al Padre Aldo!