CERO CONFIANZA

PALABRAS:
CERO CONFIANZA - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

NOWHERE MAN
(The Beatles)
Versiòn acùstica 2009 (Hernán Pesce)



CERO CONFIANZA

Sentí como giró el picaporte de la puerta con el cuidado preciso para que nadie lo escuchara.

Lo hizo de la misma manera que lo hacía yo cuando venía con un pedo feroz de bailar o de cualquier lado y no quería que nadie se enterara de que ya había llegado ni en qué estado.


Lo primero que pensé era que acababa de entrar mi hermano, pero lo descarté de plano en cuanto me acordé que hacía tres años que vivía en Bélgica.


Mis viejos no podían ser porque hacía como dos horas que estaban desmayados de cansancio, durmiendo y mi abuela era imposible que fuera.


¿Qué puta iba a hacer la vieja entrando a la casa a las tres de la mañana?


La duda me empezó a carcomer y me empecé a enderezar en la cama hasta apoyar mi espalda contra la pared que me servía de respaldo.


No se prendió ninguna luz y por breves segundos no escuché nada.


Intenté cerrar los ojos bien fuerte para acostumbrarme a la oscuridad y de agudizar al máximo los oídos para poder escuchar si se había mandado para el living o venía por el pasillo.


Cuando abrí los ojos despacito parecía que, también, había abierto los oídos y escuché, imperceptiblemente, que los pasos, apenas apoyados, venían derechito por el pasillo hacia mi encuentro.


Empecé a tragar saliva y a buscar respuestas que desconocía, por todos lados, como cuando estaba por rendir Geografía de tercer año y no tenía la más puta idea de lo que me estaban preguntando, y tenía las manos totalmente sudorosas y la respiración entrecortada.


A medida que iban pasando los segundos, las pisadas en el pasillo eran cada vez más cercanas, cada vez más palpables y mi terror cada vez más intenso.


Miré en toda la habitación para a ver si encontraba algún elemento contundente que pudiera agarrar para tirárselo por la cabeza, en cuanto se asomara por la puerta, que encima, no estaba cerrada, si no, entreabierta.


Había una cama más, dos parlantes que ni en pedo los podía levantar, un par de borceguíes y la guitarra de mi hermano.


Ningún bazooka, ni armas cortas, ni granadas de mano, ni una puta honda había.


Seguí apoyado contra la pared que, de tanta fuerza que estaba haciendo contra ella, ya la había corrido como dos centímetros hacia el garage y sentí los pasos cada vez más próximos y también oí el sonido inequívoco de cuando cargan un arma con un sigilo milimétrico.


Ya hacía como diez segundos que había dejado de respirar y parecía que ése iba a ser mi estado permanente.


Me dije a mi mismo que ésta situación la tenía que enfrentar como se enfrenta lo irremediable, con los ojos abiertos y mirando de frente.


Ahí nomás me contradije y me tapé hasta la frente con la sábana y dejé un ojo afuera para que me contara qué carajo estaba pasando.


En ese instante vi como una mano se apoyaba con sutileza sobre la puerta y la movía despacito hacia adentro de la habitación.


También alcancé a ver la otra mano, la que portaba un gigantesco revólver cromado, de ésos que no había en mi habitación cuando me puse a buscarlo.


Metí el ojo valiente, que seguía afuera, debajo de la sábana y me quedé esperando lo peor.


Pasaron unos cinco segundos interminables y como no escuchaba nada, me bajé la sábana de la cara de un tirón para ver quien era el cabrón que me iba a obligar a cambiar de domicilio y en ese momento apretó el gatillo y la bala que llevaba mi nombre salió a buscarme sin perder tiempo.


Mientras la bala venía derecho a mi cabeza, me dio un infarto al ver que el tipo que había gatillado el arma era yo mismo y quedé duro, ahí, en la cama, para todo el viaje.


La bala pasó de largo y ni me tocó, pero el corazón se paró, para siempre, gracias a un oportuno paro cardiorrespiratorio y su último sentimiento fue de que ya no se puede confiar ni en uno mismo.

CON LA SOMBRA DE TU ALIADO

PALABRAS:
CON LA SOMBRA DE TU ALIADO. - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

DON'T STAND SO CLOSE TO ME
(The Police)
Versiòn acùstica 2009 (Hernàn Pesce)


CON LA SOMBRA DE TU ALIADO

Sus manos son de cuarzos transparentes, tan suaves y graves que cuando te tocan, parece que lo que te toca es el mismísimo destino.

Sus ojos diluvian mil tormentas, ésas tempestades que se te desatan bien adentro del alma y que cuando desbordan los cauces de sus pupilas pueden empapar al mundo entero.

Su piel tiene el perfume de los jazmines que florecen al alba, tan tersa y cruel como una historia bien contada en el umbral de la mañana después de una noche aciaga.

Su cuerpo es la tierra, profunda pachamama que te sacude en convulsiones glorificando los crímenes de la piel hasta dejarte vencido y exhausto.

Su corazón chorrea lava azul, lánguida y buena, capaz de ampararte de todos los males del universo.

Su alma tiene la calma del infinito rozado por la punta de los dedos antes de soltarte y dejarte caer en el abismo de su más allá.

Dejándonos sedientos de todo esto, al final ella, se fue caminando sin mirar atrás.

En ese atrás había dejado marcas, personas, esencias, aros, papelitos con direcciones, boletos de colectivo y un inventario interminable de sueños cumplidos y algunos inconclusos.

Caminaba muy resuelta, como si supiera con certeza adónde se dirigía.

Ni siquiera le prestó atención a su luna casi llena que se quería descolgar del cielo para acompañarla.

Hoy era muy difícil seguirle la marcha, se abrió paso entre la gente, rozó a algunos sin intención de chocarlos y en ningún momento detuvo su marcha, ni siquiera ante los bocinazos de los autos que casi la atropellan cruzando la calle 9 de julio.

En ese preciso momento en que iba con la mente a colores, nada de blanco, le sonó el teléfono y en un acto mecánico, lo atendió.

Era una voz del pasado, perfectamente reconocible para ella, no para nosotros, a quienes ya nos había dejado muy atrás.

La voz del teléfono, que era la de ella misma, pero de hace trece años atrás, le preguntó:

-¿A dónde vas?

-A buscar a mi sombra, me acabo de dar cuenta que he salido sin ella y una no puede andar por ahí, así, casi desnuda.

-Hace mucho que andás sin tu sombra, ¿recién hoy te diste cuenta que no la llevás puesta?

-Si ya sé, lo que pasa es que hoy me volvió a hablar el corazón y me dijo que me fuera rápido a buscar las cosas que ya daba por perdidas.

Tres cuadras más arriba, por Espejo al 300, más o menos, su sombra la esperaba en la misma esquina que la había estado esperando un tiempo ya inmemorial.

a Mariela (la otra mitad de mi sombra).-

PERDÓN POR LA MOLESTIA Y GRACIAS POR EL TRAGO

PALABRAS:
PERDÓN POR LA MOLESTIA Y GRACIAS POR EL TRAGO. - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

FOR NO ONE
(Lennon-McCartney - The Beatles)
Versiòn acùstica 2009 (Hernàn Pesce)



PERDÓN POR LA MOLESTIA Y GRACIAS POR EL TRAGO

Hay preguntas que no deberían ser formuladas, mucho menos contestadas y menos que menos pensadas.

Son preguntas, tienen vida propia, no necesitan ni de respuestas ni de un pensamiento para existir.

Hay miedos que no deberían ser enfrentados porque para eso son miedos.

Para que nos acechen, para que nos perturben, para que nos paralicen, para que nos mantengan alerta cuando vamos por la vida con la sonrisa autosuficiente que tiene el que cruza la calle del destino cuando el semáforo se lo permite.

¿Y si ése auto no frenaba?, ¿y si la rama no detenía su caída en los cables del teléfono?, ¿y si nunca hubiera amado?Preguntas que un hombre no debería hacerse y mucho menos deberían hacerle (los que van extraviados pensando que van por el camino correcto) a un tipo simple que se ha acodado en la barra de un bar, no a tomar, si no, a pensar.

En cada rincón de la ciudad el paisaje nos muestra dúos, parejas, binomios de personas que se juntan como se aparean las hojas a causa del viento.

Los veo y automáticamente descubro (por sus caras) cuál es el que molesta y cuál es el molestado.

Tenemos (los humanos, digo) la insana costumbre de creernos vivos y de detectar la oportunidad de reírnos del que se tropieza, de burlarnos del que se vuelca un vaso de vino encima, de acercarnos a menoscabar la inteligencia del que parece estar borracho.

Y ahí viene él, brillante por dónde se lo mire.

Le brillan el llavero, el cinturón y los dientes (no fuma y usa hilo dental).

Ahí viene él.

Camisa Legacy rosa, prolija y patéticamente dentro del pantalón y zapatos náuticos de doscientos mangos.

Se levanta de su mesa light, con bebidas light, amigos light y conversación light.

Acaba de descubrir la oportunidad de molestar a este tipo que parece borracho (¿lo estará?) y que está nadando en el mar de queso de sus pensamientos.

Antes de llegar a mi encuentro, mira con picardía hacia su mesa y larga una risita cínica, tipo Patam.

Su presa está desguarnecida, atrapada entre dos fuegos, el de la pronta burla y el de los pensamientos.

Se acerca sigiloso, prudente, destila confianza y amabilidad.

Ofrece pagar un trago.

Yo tengo un NO distinto para cada invitación, menos para un trago y si es gratis ni se discute.

Se acercan las bebidas de la mano de una guapísima moza y el sujeto empieza la charla con una conversación trivial, tanteando el terreno y mirando de reojo cada diez segundos hacia su mesa cómplice.

Lo dejo venir, me gustaría ser tan brillante como él (por lo de los dientes, digo) y extravío la mirada en el fondo del vaso como si ahí naufragaran las respuestas que no andaba buscando.

Ya sintió el olor a sangre, ya se está frotando las manos, ya se relame sus colmillos pensando que este pobre y aparente borracho, desaliñado y castigado por tantas lunas, está a punto de caer en sus fauces.

Imagino que cuando, al cabo de unos minutos, vuelva a su mesa y comente lo que habló con esta mente turbada de alcohol y soledad, las risas atronarán por todo el salón y la victoria estará consumada.

Respiro hondo y espero, desarmado, a que sus garras me destrocen, me acaricien (a veces es la misma sensación) y el sorbo se hace extremadamente largo.

Me mira de costado (nunca atacan de frente) y suelta la pregunta sabiendo de que me pegó en las patas traseras, sabiendo que me hizo dar de bruces en el pastizal, sabiendo que ya no voy a poder correr libre por mi mente, por mis propias preguntas, por mis propios miedos.

Me pregunta, con una sonrisa sobradora en sus comisuras, si sé lo que es el amor.

Una pregunta que tiene tantas respuestas posibles que al final no tiene ninguna.

Respiro hondo, cuento cuatro y largo el aire.

Él se siente triunfador, se siente un león y yo solo soy para él una simple presa, un simple borracho que tiene respuestas para todo.

Mirándolo de frente por primera vez, caigo en la trampa y contesto:

-“Amigo, para mi el amor es esa sirena varada en la orilla de la playa, al alcance de tu mano, de tus encantos y que cuando te estás acercando... se mete en el mar y te obliga a jugar en su terreno, te obliga a enfrentarte a tus miedos porque sabe que no sabés nadar y advierte tu ceguera, tu desidia.

Descuenta que te hundirás en aguas profundas para solo poderla rozar, te tienta a seguirla, se ofrece dispuesta y sensual y cuando ya estás a punto de tocarla, de besarla, de perderte en ella, te muestra que estás en el medio del océano, a años luz de la orilla de tus certidumbres.

Eso es el amor para mi, amigo, enfrentarte a la puta verdad de que es todo tu miedo y es ése mar en el que no hacés pié”.

Pagó educadamente los tragos, saludó con un ademán de cabeza y volvió a su mesa.

No hubo risas en el salón.

Amigo, hoy hemos sido dos los que molestan y hemos sido dos los molestados.

Hoy hiciste la pregunta que no tendrías que haber hecho y la que yo no tendría que haber contestado.

Hoy me has hecho recordar mi miedo y con tu propio miedo yo te he enfrentado.

Hay preguntas que no deberían hacerse y miedos que no deberían ser enfrentados.

Perdón por la molestia...y gracias por el trago.

MIENTRAS TE HACÉS LA DORMIDA

PALABRAS:
MIENTRAS TE HACES LA DORMIDA - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

ALL THE WAY DOWN
(Glen Hansard)
Versiòn acùstica 2009 (Hernàn Pesce)




MIENTRAS TE HACÉS LA DORMIDA

Un asado con los hermanos de siempre, regado por un vino cualquiera y escuchando las mismas historias de siempre, la que contamos con Quique y Flor de cuando estábamos hasta las manos y alumbrados solo con unas velas y en la locura que teníamos Flor se cayó de la silla hacia la derecha y yo le hablaba al dispenser de agua que estaba a la izquierda creyendo que era ella y Quique no podía parar de reírse...pero de un chiste que habíamos contado hacía como veinte minutos.

Una mañana reloca de domingo, con un frío paralizante y caminando por Martínez de Rosas hacia mi McDonal’s de Godoy Cruz a robarme Clarín y el Uno para hacer el crucigrama y de pronto sentir en el cuerpo que la temperatura sube tres grados y empieza a nevar como nunca había visto en mi vida y me olvidé de los diarios y me paré en la plaza a jugar con la nieve que caía mientras dos nenes y un perro labrador que lo llamaban Vikingo hacían lo mismo que yo.

Ver tirado en la catrera Once por decimonovena vez y todavía emocionarme cuando Glen Hanssard y Marketta Irglova cantan juntos al piano All the way down y tener ganas de contarle a todo el mundo de la existencia de tan tremenda película, mientras me seco las lágrimas y me quedo pensando que quizás solo la filmaron para mi.

Sentarme contra el placard a leer la Rolling Stones de este mes y saborearla con la misma pasión que la vengo saboreando desde hace once años y medio y verme a mi mismo, con la cámara fría haciendo un plano de alejamiento, como me convierto en un niño de nuevo ante cada palabra que leo.

Buscar, entre los miles de discos que tengo, la canción perfecta para un compilado que le estoy haciendo a alguien y que me va a proveer de diez mangos que necesito como el agua y sonreírme cuando elijo el último tema (para mi el fundamental) y sentirme satisfecho por alegrarle la vida a alguien cuando lo ponga en el stereo del auto o en el equipo de su casa e imaginar que, por ahí, piensa en mi y agradece, mientras baila o fuma, disfrutando la secuencia que armé solamente para esa persona y desistir por completo de cobrarle porque las alegrías no se cobran, se pagan con otras alegrías.

Sentarme en cualquier bar de esta ciudad, juntar los pesos que me acompañan y pedir el vino que alcance y no sacarme los auriculares que llevo clavados en la sien y disfrutar de ver parejas que pasan de la mano o grupos de amigos que se van a encontrar con otros amigos y perder la vista en ellos y acordarme de cada una de las personas que necesito a mi lado, empujando este vino, compartiendo este silencio, escuchando lo que yo estoy escuchando.

Esperar todos los sábados a la noche a que vibre el maldito celular con la noticia de un “ya te paso a buscar”, de un “¡como andás, loco!”, de un “hola tonto, ¿sabés que te amo?, ya voy para allá” y aunque esto nunca sucede, levantarme el domingo a la mañana con la sensación de que si sucedió y las ganas de esperar por otro sábado.

Juntar todas las lágrimas y todas las risas que colecciono adentro mío e irme hasta el lago del parque, un martes a la noche, y tirarlas por la orilla como si fuera una fuente donde se piden deseos y no pedir nada, quedarme solamente pensando que las tiré para hacerme un poco de espacio en el alma para las lágrimas y las risas que vendrán.

Apurar, en algún café de la ciudad, un cortado chiquito junto al Viejo Tramontina y al Negro Tello y desvariar sin parar hablando del futuro provechoso que nos espera y hablar de cómo va creciendo la plantita, que aunque fue plantada por el Negro, con el Viejo la sentimos y la cuidamos como nuestra.

Sentarme a cualquier hora a escribir alguna historia que arranque una sonrisa o emocione a alguien y esperar ansioso el tema que Berni va a elegir como frutilla del postre y leer los comentarios del lunes y sentirme orgulloso de ser una de las aletas de este OJOSDEPEZ.

Ver como Matu arregla las plantas y les habla y las hace crecer preciosas y mirar desde la terraza, sin que me vea, con el amor que lo miran La Maga y Fermín que vive todavía en su pancita de siete meses, mientras en el aire suena Cello Suites I de Johann Sebastian Bach.

Encontrarme en cualquier calle de la República de Dorrego o del Principado de Godoy Cruz con Rufino y su perro de ojos verdes y verlo al viejo con una remera de Las Vacas Sagradas que le regalé hace un tiempo inmemorial y quedarme unos minutos a su lado, en silencio, absorbiendo la sabiduría con la que lo ha dotado el alcohol, la intemperie, todas las lunas y la soledad.

Pasar un domingo a la tarde, con un sol precioso, sentado en mi terraza y acompañado por unos mates quitapenas y por Paulita y el Loco Juan y tener una de las conversaciones más hermosas que he tenido en los últimos cinco años.

Siendo plenamente consciente de todas estas cosas hermosas que me suceden, me arrepiento, me vuelvo hasta el lago y le pido, en silencio, si hoy hace una excepción conmigo y me deja pedirle un deseo.

Y en cuanto me dice que si, le pido que te traiga hasta mí desde donde estés, le pido que detenga el tiempo y no lo haga correr más, que cada vez me hago más viejo y vos te me hacés más inalcanzable, le pido que te cuente que ya no me quedan más palabras para explicarte cuanto te amo y le pido que te susurre al oído, mientras te hacés la dormida, que, aunque cada vez se me hace más imposible y sepa que es en vano,...te sigo esperando.

a Mariam (porque es un producto de mi imaginación...).-