28 DE DICIEMBRE

PALABRAS:
28 DE DICIEMBRE - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

TODO OJOSDEPEZ

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28 DE DICIEMBRE

La canción, hermosa por cierto, que cantaba Vox Dei a mediados de los setenta que se llama Presente decía...”todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina”..., palabras más, palabras menos.

A mí, que soy un tipo más de finales que de principios, esta frase me explota en la cara y hoy me deja un gusto a pólvora asqueroso en la boca.

Se termina el amor que creíamos para toda la vida, se termina el vaso de vino y no hay un mango para reponerlo, se termina el Apertura (gracias a Dios) y ni River ni el Tomba ganan nunca, se terminan los años hasta que no hayan más años en los que podamos pensar, se terminan las relaciones con las personas que jurábamos que nunca se iban a terminar.

Hoy se termina el viaje de OJOSDEPEZ.

Se termina porque (aquí hago mi descargo, el otro responsable lo hará a su manera) hay diferencias irreconciliables entre las partes que la componen.

Ya lo dice un viejo axioma: las parejas tendrían que ser de uno solo.

Se termina porque esas diferencias se fueron haciendo palpables a lo largo de este tiempo en el que fuimos nadando a tanta distancia uno del otro, porque desde ahora y quizás para siempre (para siempre me parece mucho tiempo, no hay nada para siempre...Bunbury dixit), son más las cosas que nos separan que las que nos unen.

Pónganles el nombre que quieran, celos, egoísmo, egocentrismo, pajerismo, desidia, lo que ustedes quieran.

Los motivos reales se irán, por lo menos conmigo, a la tumba.

Me quedo pensando en el salmón que nada contra la corriente y en ese esfuerzo logra remontar toda la extensión del río.

Me quedo pensando que quizás no tengo la suficiente fuerza para remontar el río y la otra parte, la otra aleta, puede valerse por si misma, por sus propios medios, a través de sus canciones.

La verdad, este blog me dio innumerables satisfacciones (menos económicas, todas), me dio ganas de sentarme a cualquier hora a cranear una historia porque los adivinaba del otro lado del monitor esperando con ansias con que verdura iba a salir el próximo lunes (si no es así, me lo hicieron creer de manera perfecta), me los imaginaba a cada uno de ustedes esperando con que tema Berni nos iba a agasajar y hacer de esta vida dura un valle de sonrisas o por lo menos algo que tararear mientras sus días transcurrían como pasan todos los días.

Me dio placer leer cada uno de los mensajes que mandaban a mi celular, al mail o los exiguos comentarios que colgaban debajo de las historias y las canciones.

Hoy ya no quiero más.

Me vuelvo al placard (que siempre es de otro) y del cual no tendría que haber salido.

Yo, que soy el que narro las historias, ya no encuentro placer alguno en hacerlo, cada vez se me hacen más pesadas, cada vez me duelen más y ya no me arrancan ni siquiera una sonrisa de satisfacción al verlas concluidas y mucho menos posteadas en el blog.

A eso me refería con el egoísmo.

Hoy siento, les diría, hasta un egoísmo químico, si se me permite, al que le tengo que dar curso, al que le tengo que dar bola.

Siento que me expuse innecesariamente hasta la fibra más íntima y he quedado con el culo al aire en más de una ocasión.

Se termina el viaje y se termina la relación entre las aletas porque una de ellas no entiende, no quiere entender, las razones por la cual la otra ya no quiere nadar más.

Duele todo lo que se termina y, a su vez, le deja espacio para que otras cosas se materialicen, para que otras cosas vengan.

A eso me voy a dedicar, a esperar con que me va a sorprender la vida.

Duela lo que duela, caiga quien caiga.

Fue un placer haberlos conocido y desde acá, desde el placard, les mando todo mi amor.

Hasta la próxima.

¡Feliz día de los Inocentes...que la inocencia les valga! jajajajajjajaja...

¡Feliz Año Nuevo!


HernánBerniElGordo & CristiánElNegroElPelado.-

(hasta la semana que viene que ya es el año que viene)


TODA LA MÚSICA DE OJOSDEPEZ

Hola gente... acá va toda la música que acompañó este Blog desde el principio...

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Ojalá lo disfruten tanto como nosotros...

OJOSDEPEZ

UN CIEGO GUIANDO A LOS CIEGOS

...el camino era largo y la sed insaciable,
gradualmente, me fui quedan
do atrás...
un ci
ego guiando a los ciegos...


LUCA PRODAN, Estallando desde el océano


PALABRAS:
UN CIEGO GUIANDO A LOS CIEGOS- Cristian Lagiglia

MÙSICA:

MAÑANA EN EL ABASTO
(Sumo)
Hernán Pesce - 2009




UN CIEGO GUIANDO A LOS CIEGOS

Navidad en el cielo, un día de calor de cagarse.

Diciembre de 1987 (no tan distintos).

Cinco mil materias esperando en Marzo y el viejo nos puso a picar el garage para construir un jardín primitivo, que con el paso del tiempo y a su debido tiempo, se convertiría en un lugar de sombras.

Chica pasa con temor, las mejores tetas del barrio, las únicas, también.

Para ella nosotros éramos los loquitos, los desfasados.

Mariana deja la bolsa de las compras en el piso y nos dice:

-Se murió el Pelado ése que les gusta a ustedes.

Mi hermano apoyó la pala contra una pared y en su mirada había tanta insurrección que me la contagió como un virus.

Dejamos los elementos de castigo y nos marchamos a la puta calle.

Se acabó el trabajo forzoso, el viejo no creo que lo haya entendido.

También, esa mañana, se nos acabó la inocencia para siempre.

Se murió Luca Prodan.

A buscar al Ale, que ya seguramente había vuelto del reparto de leche y de ahí a lo de Grillo, al lado del loquero y al abordaje del 120, sin saber adónde ir ni que decir.

Creo que nunca más fuimos los mismos.

Todo quedó cubierto de una tristeza tan infinita que casi la podíamos tocar.

La esquina de casa nos enseñó todo, o casi todo.

Ahí hablamos de cosas que nunca más abordaríamos, ahí fumamos por primera vez, ahí escuchamos Sumo con tanta fruición que se nos hizo piel.

El Pelado pasó por nuestras vidas como un vendaval del cuál no nos pudimos, no nos quisimos reponer.

Nunca lo vimos en vivo, menos mal.

Nos quedó la sensación de que fue alguien a quién inventamos nosotros cuatro, para seguir tirando, para hacerle fuck you a nuestra burguesa comodidad, para poder soplar como sopla el viento.

Fue el hermano mayor que no tuvimos, que llegaba a la casa con discos de Lou Reed, Bob Marley o The Cure para cagarnos la cabeza y para que salgamos a darle pelea a los fantasmas que trae el invierno.

Fue ese signo de resistencia la noche antes de ir a la escuela donde San Martín siempre te espera, fue noches eternas bajo el influjo dulzón del reggae, fue hacerle entender a unos simples pibes de barrio de que el mundo cabía en un TDK de 60 minutos.

Fue la bandera flameando de la identidad, cante en el idioma que cante.

Fue ese muerto que no para de nacer.

Fue tan grande su influencia que hoy, los que pasamos los treinta, vemos en Mollo a su fantasma omnipresente resbalando por sus seis cuerdas queriéndole agarrar otra vez su pierna, en Germán el alma latiendo de su luz, en Arnedo su silencio imperturbable de Buda, en Superman Troglio su arrasador paso, como el tren que una vez tomé desde Santos Lugares hasta Hurlinghan para seguir sus huellas, en el Bocha Sokol (que estés sonriendo) la locura del que escupe la verdad sin filtro y en Pettinato, el pedriguee ácido del tipo que escuchó al mundo y hoy nos lo traduce.

Veintidós años después salgo a la terracita y en el equipo de sonido suena a todo lo que da After Chabón.

Me imagino al Ale bailando No tan distintos en una playa de las Islas Canarias, a Grillo haciendo la introducción de Crua Chan con los pies (nunca pudo tocar la batería) en Comodoro Rivadavia, y al Pata ir a darle clases de inglés a algunos santos en remera mientras tararea Mañana en el Abasto.

Y yo vuelvo a tener dieciséis años, otra vez, en el alma, cuando cruzo su cara por el centro, en alguna remera.

Nada nos unió más. Nunca más.

SALVA

PALABRAS:
SALVA - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

SLOOP JOHN B. (I Wanna go home)
(Beach Boys)
Hernán Pesce - Versión acústica2009



SALVA

Estamos a un toque de que se nos hagan las 12 de Noche Buena y de encontrar, a través del choque de dos copas, los ojos de las personas que todo el año pululan a nuestro alrededor y que por solo este instante, y quizás solo por esta vez en el año, nos animemos a mirar fijo aunque sea tres fuckin’ segundos.

A este momento, ineludiblemente, creo, vamos a llegar todos.

Pero sin duda llegaremos por distintos caminos, esos senderos que el Papá del que va nacer, eternamente, dentro de unas horas, se empeñó en tejer con envidiable paciencia.

Y nos encontramos con un tipo que no paró un segundo de laburar en todo el año porque el objetivo era ser el más capo de la sucursal, y al final lo logró, a costa de ni siquiera haber visto la carátula con el dibujito de algo parecido a Messi del cuaderno de matemáticas del hijo, pero con la guita justa para poder comprar la Play II para ponerla, henchido de orgullo, en el arbolito.

También está ella, que empezó el gimnasio por décima vez en el año con la ilusión de ponerse el vestido blanco que compró en el shopping y no parecerse a una heladera Whirpool tres fríos y le alcanza simplemente con que su concuñada, después de morderse tres veces la lengua, le diga...”que flaca que estás”...

Y está el viejo esperando en la silla de siempre, con la puerta abierta de par en par, viendo entrar a las mismas personas que vinieron el año pasado, un poco más locos, un poco más cansados y mirando como corren para preparar la ensalada rusa, trozar el pollo y poner la mesa, que hoy tiene un lugar vacío porque el nieto más chico se hizo el loco y se fue a festejar la Navidad al Machu Pichu con la novia y cerrará los ojos, prenderá un cigarrillo a escondidas y lo extrañará con locura, y lo envidiará, sanamente y en silencio, por el viaje, por la aventura y sobre todo, por la edad.

Entre la muchedumbre aparece el nene, que ya tiene cinco años, y relojea el arbolito cada dos minutos, para ver si puede enganchar a Papá Noel en el momento justo poniendo los regalos, aunque algo sospecha desde el día que se le cayó un diente y su mamá salió sigilosa de su cuarto y a los pocos instantes metió la mano debajo de la almohada y encontró cinco pesos para ir a gastar al kiosco de la esquina.

Después de la cena sale, en la vereda de enfrente, el vecino de siempre, que cobró el aguinaldo por adelantado y se lo reventó en pirotecnia por tres simples razones: atormentarnos los oídos toda la noche, parecer copado para sus hijos por primera vez en el año y fundamentalmente, porque cuando era pibe su viejo le compró estrellitas hasta los catorce años, por el peligro, ¿vió?

En un rincón está el bendito arbolito, que junto con el perro son los más sufridos de la fiesta, uno por los estruendos y el otro porque en una noche tiene que demostrar, en un solo acto, todo lo que ensayó guardado en una caja en el fondo de la casa durante todo el año.

Y lo vemos cada vez menos verde y la maldita estrella de la punta que jamás queda derecha y, con los años que tiene encima, las bolitas cada vez le pesan más.

Y llega a la casita de los viejos el tipo que este año perdió todo.

Perdió guita en laburos de mierda, un sucucho en la calle Beltrán que era todo su mundo y que tenía un ventanal que apuntaba hacia la libertad, el Apertura porque es gallina a muerte y el Tomba no ganó ni en los entrenamientos, el apetito, los sueños, a Teresita, su plantita fiel de mucho tiempo, porque pasó a mejor vida y el amor que tanto tiempo le llevó encontrar (esto, dicen, todavía está por verse).

Lo único que no perdió fue el espejo del baño y una mañana, después de quinientas noches, se miró en él y se acomodó la corbata lo mejor que pudo y se arregló el traje que más casamientos encima tenía y salió a la calle a torcer las agujas del destino.

Y el destino era convencerse a si mismo de que todavía le queda hilo en el carretel y como le quedaba un ancho en la manga, decidió jugarlo, pleno, en el paño verde de la esperanza.

Y ganó, de repente, dos estrellas (ésas que a veces regala la vida) que le dieron asilo y amor y comiditas que alimentan el alma, y ganó un libro rojo que de a poco le devolvió la fe, y se ganó, aunque hace mucho que es padre, el derecho y la emoción de seguir sintiéndose hijo y se ganó la catarsis rabiosa de su hermano que le volvieron a hacer poner los patitos en fila y se ganó una aleta entrañable al otro lado del océano que supo ponerle música a cada una de sus palabras escritas, más con huevo y corazón que con estilo.

Y se ganó sentir, a su lado, la respiración dormida de su hijo y darse cuenta para qué sorcho se vino a la vida.

Y por sobre todas la cosas, se ganó a si mismo, a su tristeza, a su soledad, a su hambre, a la insana costumbre de perder y así se ganó, nada más y nada menos, que un día más.

Ya vemos, cada uno llega a esta noche como puede y llenará su copa de deseos por cumplir, de felicidad por pelear, de amor por gozar y de batallas por ganar.

Yo, en un rincón y después de los petardos, brindaré por saberlos a cada uno de ustedes ahí, frente a un monitor y agradeceré por habernos hecho un lugarcito en su corazón, y brindaré por los comentarios y por cada uno de los mensajes que nos hicieron llegar cada vez que se dejaron llevar por el viaje de OJOSDEPEZ.

GRACIAS Y ¡FELIZ NAVIDAD!


SALVA

Salva una lágrima si querés,
salva ver todo al revés.
Salva presentir y extrañar,
salva también la soledad.

Salva perder para siempre la fe,
salva volver a creer.
Salva mirar lo que amás,
salvan la mentira y la verdad.

Salva entender que vos podés,
salva ganar y también perder.
Salva la luna y salva el sol,
salva aprender quien sos vos.

Salva quien te viene a buscar,
salva un espejo atravesar.
Salva verte crecer,
salva sentir que hoy puede llover.

Salva un beso y un temblor,
salva este vaso que se volcó.
Salva sanar y también sangrar,
salva nunca parar de imaginar.

Salva tocar fondo de una vez,
salva saber que la suerte puede volver.
Salva abrir el corazón de par en par,
salva saber cuando callar.

Salva salir a encontrarte,
salva quedarse a esperarte.
Salva reírse de todo y también llorar,
salva irse y regresar.

Salva soñar estando despierto,
salva dormirse entre mil sueños.
Salva que nada te sobre,
salva que todavía todo te asombre.

Salva un buen vino caliente,
salva sentir que lo que tocás te siente.
Salva girar en el mismo lugar,
salva viajar y nunca llegar.

Salva dejar pasar las cosas,
salva estar abierto a la llegada de otras.
Salva el nudo en la garganta,
salva quien escribe y salva quien canta.

Salva un abrazo justo a tiempo,
salva respirar y exhalar muy lento.
Salva el mirar a los ojos,
salva sacudirse, de una vez, los escombros.

Salva besar con palabras,
salvan este caos y esa calma.
Salva un cuento bien contado,
salva dar lo que te han dado.

Salva charlar hasta que salga el sol.
Nos salvamos entre todos,
te salvo yo y me salvás vos.

a ustedes... los que leen y escuchan.-

MAL BICHO

PALABRAS:
MAL BICHO - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

LEFT TO BLEED
(Hernán Pesce)
Versión acústica - preproducción



MAL BICHO

Su casa no era un hotel, aunque corría ese rumor.

Casa antigua de Las Heras, puertas abiertas de par en par como el corazón del tipo, fondo con durazneros, malvones rancios y botellas de conservas, cañas de pescar y gallinero casi olvidado en esa geografía.

Se hacía el distraído de su alto colesterol, de la diabetes y tomaba su vinito en pingüino y fumaba como un escuerzo.

Siempre o casi siempre tenía algo por qué protestar.

Hincha del Rojo de Avellaneda y fanático enfermizo y socio fundador de Huracán Las Heras, después, por culpa de sus nietos, seguía a Murialdo por donde fuera.

A veces su hijo lo encerraba en el Fiat 1600 para que dejara de putear desde la tribuna si alguien osaba pegarle una patada a uno de sus nietos o si el técnico no los ponía a los pendejos, pero más que nada era para despuntar el vicio de protestar.

Bigotito finito, tipo años ’50, cardigan bordeaux que pedía a gritos renovación y cambio y un extraño parecido al Polaco Goyeneche.

Un día le pregunté por la fidelidad y me contestó que si uno tiene en la casa un bife de lomo en la mesa de todos los días, no anda comiendo panchos en cada esquina, aunque mil veces decía que salía comprar el pan y aparecía a los tres días.

Experto cocinero de todo lo que pateara el hígado y muy amigo de sus amigos y su placer era convidarlos con truco y rummy (así me enseñó a hacer trampa), y por supuesto alguna comilona que les llenara el alma.

Un sábado al mediodía, El Yayo Federico, estaba haciendo una gigantesca paella para todos los vagos de sus amigos y familiares cercanos, que cada vez que había comida gratis no se hacían rogar para aparecer.

Mientras la cargaba de todos los seres del mundo marino habidos y por haber y la sazonaba con especias que le darían el toque que sólo él podía darle, preparaba en el horno de barro, una docenita y media de empanadas diminutas, como le gustaban a él y a su nieto.

Adentro de la casa se escuchaban los gritos desaforados y ebrios de un ¡vale cuatro, carajo!

En el patio, debajo de la parra que ofrecía exquisitas uvas moscatel, ante la ajetreada tarea de estar corriendo a dos manos entre la paella y las empanadas, su nieto, que estaba a su lado, le preguntó:

-Yayo, con tanta paella, ¿para qué estás haciendo empanadas que nadie se va a comer?

-Porque la paella son para éstos zánganos y las empanadas, para nosotros dos.

-¿Y por qué nosotros no vamos a comer paella?

Y sin terciar media palabra, y cubierto por una sonora carcajada ante el asombro de su nieto, El Yayo se bajó el cierre del pantalón y empezó a mear plácidamente sobre la paella al grito de:

-¡Preparen la mesa que los bichos ya están listos!

Si...mi abuelo siempre fue un gran hijo de puta. El más lindo que conocí.


a
la memoria de Ramón Federico Lagiglia, El Yayo.
(basta de llamarme así, ya voy a ir,
voy a subir cuando me toque a mí)

FUEGO GRIS

PALABRAS:
FUEGO GRIS - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

TRUE TO BLOOD
(Hernán Pesce)
Versión acústica - preproducción

FUEGO GRIS

Iba volviendo a su casa rural después de dar clases de inglés en una escuela remota y casi perdida en pleno desierto de Lavalle.

Cuando la chata que lo había acercado hasta la huella, desde donde tenía que caminar dos kilómetros hasta su hogar, se perdió entre el polvo del camino, Rufino se estiró con la mano su saco beige, más viejo que el tiempo y sintió una puntada muy profunda en la boca del estómago.

Presentimientos, pensó.

Caminó por la huella casi sin levantar la vista del piso y el aire le trajo un olor a humo bastante asqueroso.

Levantó la vista y a lo lejos vio el fuego, frente a él.

Venía desde su casa.

Corrió como si lo estuviera persiguiendo el Diablo y él sentía que no había avanzado un solo paso.

Cuando llegó a la entrada de lo que había sido su casa, la vio consumida por las llamas, devastada, como un barco viejo que ha decidido hundirse para no nadar más.

Cerró los ojos por el humo y por el dolor, e imaginó a su esposa y su hijita de seis años, adentro, sin haber tenido la posibilidad de darle pelea al fuego.

Su corazón dejó de latir para siempre.

Pegó media vuelta y, a su vida, no volvió nunca más.

Esta historia me la contó una siesta de verano mientras nos íbamos haciendo amigos, bendecidos y maldecidos a la vez por un porrón de Genever Bols, bajo el puente que divide a la República de Dorrego del Principado de Godoy Cruz y que desde hace un largo tiempo es el reino donde acumula sus tesoros de ciruja.

Un tipo sabio, que le robó los secretos del universo a las miles de lunas que lo acunaron cuando los recuerdos se hacían lacerantes y el sueño no pintaba ni a placé.

Un tipo que me enseñó muchísimas cosas de la vida porque desde esa tarde en que un fuego gris le dejó el cuerpo a la intemperie del alma ha andado dándose besos con La Muerte y jurándole amor eterno para que se lo lleve de una buena vez.

Y ya sabemos, quién besa a la Muerte en la boca...corre con ventaja.

Ahora lo acompaña un perro de ojos verdes, casi tan flaco como él y como yo, que cuando me los encuentro por la calle, el perro siempre va unos pasos atrás, siguiendo a su Quijote.

Van juntos, vagando por los barrios cercanos, sin alejarse mucho de su guarida, pidiendo por las casas algo para tirarle al estómago y si hay algo para tomar, mucho mejor.

Un día me llevó hasta una acequia y me hizo mirar el agua que por ella corría, pero ésa, ésa ya es otra historia.

Su saco sigue siendo el mismo de esa fatídica tarde donde su reloj biológico dejó de funcionar para siempre.

Rufino también sigue siendo el mismo de esa tarde.

El tipo de los presentimientos como dagas.


a Rufino y su perro de ojos verdes.-