LA IDEA LOCA - Primera entrega

PALABRAS:
LA IDEA LOCA
- Cristian Lagiglia

MÙSICA:
Flying Home (instrumental) - Hernàn Pesce




No tengo la menor idea de cuando sucedió ni como, lo di como un hecho natural o de mi imaginación o tal vez, di por sentado de que siempre había estado ahí.
Me levanté a la hora de siempre y cuando me dirigía al baño, lo vi sentado frente a la computadora escribiendo y aunque notó mi presencia a sus espaldas, ni siquiera dio vuelta la cara para mirarme.
Simplemente me dijo buenos días y siguió en lo suyo.
Salí para el trabajo y lo dejé dentro del departamento, escribiendo, fumando y tomando un vaso de Citric naranja que me hizo llenar de agua la boca.
Tengo que confesar que por causa de un día bastante ajetreado no volví a pensar en él en toda la jornada.
Cuando llegué del laburo, cansado de pelearme con todo el mundo y tarareando una melodía de Los Siete Delfines, me encontré con la luz prendida, la puerta entornada y un prometedor olor a comida en vías de preparación.
Entré y lo vi cocinando, de espaldas a la puerta y cuando advirtió mi llegada, me saludó como hace una esposa con su marido, preguntándome como había estado mi día, sirviéndome una copa de vino y diciéndome que me cambiara tranquilo, que al arroz primavera con trocitos de chorizo y bastante queso de rallar le faltaba un poco.
Cuando la comida estuvo en la mesa, se dirigió hasta la computadora y eligió un disco de Miles Davis para sazonar la cena.
Ése disco era mío, pero todavía no había tenido tiempo de sentarme a escucharlo, como me pasa habitualmente con otro montón de discos a los que todavía no les hinco el diente, y debo reconocer que su elección fue por demás acertada y también, nobleza obliga, el arroz estaba para chuparse los dedos.
La cena transcurrió sin demasiados sobresaltos, solo meras discusiones sobre si el que estaba tocando el piano en el quinteto de Miles era Bill Evans o no y algún comentario sobre lo que ambos habíamos leído en Clarín acerca de la gripe porcina y demás boludeces.
En casa hay una ley no escrita que consta en que el que cocina, no levanta la mesa ni lava los platos.
Así que me dispuse a realizar esa tarea de mierda mientras él, prendía un cigarrillo y se estiraba en la silla haciendo la digestión y servía un poco más de vino en las copas que eran las únicas sobrevivientes del holocausto de la cena.
Me preguntó si tenía ganas de ver alguna película y, aunque estaba extenuado por lo largo del día, me pareció una idea bastante buena.
Nos acomodamos frente a la compu para ver el film, porque hace varios meses que el televisor se exilió de casa y el reproductor de dvd se ha declarado en cese de actividades hasta nuevo aviso.
Nos dispusimos a ver, no sin antes discutir un largo rato, Mar Adentro con una sublime actuación de Javier Bardem.
Cuando la película terminó, me fui al baño y de ahí, directo a la cama y nos dijimos buenas noches, casi solemnemente, quizás por cómo nos había golpeado la historia del film que vimos.
Los días subsiguientes transcurrieron casi todos iguales, a veces lo escuchaba caminar por el departamento, con insomnio calculado, encendía la computadora, se servía algo de tomar, prendía un pucho y se ponía a escribir.
Con el correr del tiempo me acostumbré tanto a esa situación que casi ya no me molestaba la tenue luz de la dicroica que venía de la cocina ni el golpeteo incesante de sus dedos en las teclas cuando escribía.
Todas las mañanas me levantaba con los ojos sellados de sueño y él ya estaba sentado escribiendo, nos saludábamos gentilmente y hasta, a veces, se venía a McDonal’s a desayunar conmigo.
Cada vez me sentía más cómodo con su presencia y muchas veces me encontré negándome a salir a tomar algo con amigos o dejando de ir a jugar al fútbol con los pibes del laburo porque no veía la hora de llegar a casa y faso va, vino tinto viene, enroscarme en charlas eternas con él sobre cine, libros, discos o lo que fuera.
El tipo era muy tranquilo, casi como yo, estaba vestido siempre igual, jean, remera negra muy parecida a una que me compré en Buenos Aires y que ya tiene mil teñidas, gorro de polar y siempre descalzo.
Coincidíamos en muchos gustos parecidos, fumaba Philip Morris, tomaba solo vino tinto, de vez en cuando algún whisky, le encantaba el mate amargo pero solo tomaba si yo lo cebaba y yo, que odio cebar mate, lo hacía con él sin el menor drama.
En cuestión de música casi éramos mellizos gemelos siameses, solo discutíamos cuando yo ponía algún blues viejísimo y él prefería escuchar jazz, entonces transábamos en Piazzola o Spinetta y ahí finiquitábamos el pleito.
Habíamos leído casi los mismos libros y las charlas sobre ellos eran gloriosas por la memoria fotográfica que tenía de cada uno de los personajes de cada una de las historias que había leído.
Recuerdo perfectamente el día que me sentó, de prepo, a leer a Eduardo Galeano y yo morí, creo, en la segunda línea que leí.
Yo lo insté a que leyera a Osvaldo Soriano y Roberto Arlt y veía con qué devoción los devoraba para, simplemente, tener otro tema de conversación.
A veces, después de cenar, nos íbamos a tomar un par de cervezas al Juguete Rabioso, a mirar chicas, a crear en nuestra imaginación historias sobre la gente que estaba en otras mesas y que a él le servían para después escribir.
Nos quedábamos ratos larguísimos apoyados en el ventanal del sucucho de Beltrán, mirando para arriba y viendo como el cielo cambiaba su fisonomía a medida que pasaban las horas y la luna jugaba a las escondidas entre nubes y presagios de tormentas eléctricas.
Muchas veces no teníamos ni las más mínimas ganas de hablar y el silencio era un plato bien servido en la mesa nuestra de cada día.
Un día vino Martín a buscarme para ir a no se dónde y como yo andaba un poco loco con mis problemas habituales de guita y del corazón, no tenía ánimo para salir con El Gordo.
Para no despreciarlo y también para que no se preocupara por mi ciclotimia, él se ofreció a ir en mi lugar y yo me quedé con mis demonios, tranquilo, en casa.
Esta práctica se nos volvió vicio y a mí me vino como anillo al dedo porque estaba pasando por una época delicada, de reflexión, de descubrir que era lo que me estaba pasando y para eso necesitaba de mucho tiempo a solas conmigo mismo.
Así que él tomaba mi lugar y cuando volvía, me contaba con lujo de detalles las conversaciones que había tenido, las sensaciones, la gente nueva que había conocido en mi lugar.
Una mañana, cuando me levanté, no lo encontré sentado, escribiendo y fumando.
Me senté en su silla, prendí un cigarrillo y me puse a leer algunas de las cosas que él había dejado escritas en los archivos de la computadora.
En algunas, tengo que admitir, se me deshilachó el corazón, por lo tristes, por lo real de las historias que contaba y en otras, directamente, me descostillé de la risa.
Salí sin apuro de casa, dejándola otra vez sola y cuando llegué a la esquina de Beltrán y Maipú, me vino a la cabeza la idea loca de volver a inventar otro amigo imaginario para paliar un poco esta soledad de mierda que se mudó a mi vida hace ya un tiempo bastante prolongado.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Hermosimísimo relato
Tiene alma.
Muy bueno el escritor.
Esperamos nuevos ensayos.
Felicitaciones.
Besotes.
Anabel.

cristian dijo...

gracias anabel por los elogiosos comentarios, OJOSDEPEZ aparecera todos los lunes con una historia nueva y por sobretodo, escucha la cancion que colgo Hernan...es lo que vale la pena del blog. Espero tu proxima visita. Besos

mariam dijo...

peladoooo...me encanto como quedo el blog..felicitaciones!espero que tenga mucho exito! besos... mariam.

Unknown dijo...

Kimkam, me encanto esta idea. Me gusto mucho la historia
BESOS
ANA

Unknown dijo...

Cristina. O mejor, Pelado. Es muy alagador que encauses tu vicio de "transar con la escritura". Hacelo todo lo que fluya de vos Después de todo, que otra cosa nos queda sino compartir nuestro vicio.Un abrazo de Amigo. Angel Gallardo

Unknown dijo...

Pela. Perdón por lo Cristina. Comprenderás que quise decir Cristian. Pero mi mente va más coordinada que esta PC. Abrazo

Edu Cardozo dijo...

Pelado.. Te felicito viejo..me encanto lo expuesto...que locora papa..muy natural,espontanio y mira que yo no leo ni la guia..unabarzo..te espero en el martes con tortitas en el laburo, un pucho y si pinta una copa de vino.. un abrazo..Edu Cardozo.-

cristian dijo...

Gracias por coparse y entrar al blog, a uno le dan más ganas de hacerlo. Todos los lunes habrá algo para que lean, Gracias Angelo por las palabras de aliento, se que son palabras de poeta pero las siento más como palabras de amigo. Flaca, como siempre, espero no defraudarte, nos vemos entre líneas los lunes y Edu, si conseguí que leyeras lo mio ya es un triunfo consumado. Mil gracias, see you monday.