LA FIESTA DE LOS OJOS CERRADOS

PALABRAS:
LA FIESTA DE LOS OJOS CERRADOS - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

VIRGEN DE ESPALDAS - Las Vacas Sagradas



LA FIESTA DE LOS OJOS CERRADOS

El Tipo de las Cuatro Cuerdas entró en la disquería y queriendo cambiar un cd doble de The Doors se quedó cuatro horas parloteando y tratando de convencerme de que fuera a ver su banda y consiguió, si, cambiar el disco y también mi vida.

El Tipo del Micrófono se sentó en una banqueta y me leyó de punta a punta una letra que se titulaba Blanca y yo me quedé temblando ante tanta belleza y pensando que quien escribía así debía dejar de cantar en inglés y hacer que esa poesía que deambulaba por su sangre pintara de rojo a todo el universo.

El Tipo de las Seis Cuerdas me mostró una foto de su madre y recién ahí, viendo ese rostro que solo me miraba a mí, entendí de donde había venido a este mundo tanta claridad, tanta melodía.

El Tipo de los Palillos tenía puesta una remera de Candlebox y me dijo, como al pasar, que había nacido el 27 de febrero (como yo) y que eso nos convertía en gemelos astrales, cosa que escribió como dedicatoria en un libro de Shakespeare que me regaló para uno de nuestros cumpleaños.

Una vez, probando sonido en la Bóveda, se cortó la luz y quedó solo, sobre el escenario, El Tipo de las Cuatro Cuerdas y juro ante las sagradas escrituras de un vaso de vino volcado en un mantel que no se veía absolutamente nada y él desde el escenario pidió un encendedor y yo lo tiré hacia donde me pareció que venía la voz y a los pocos segundos se lo robó del aire y de la oscuridad y se prendió un cigarrillo, por lo cual cada uno de los presentes dedujimos, en silencio, de que el tipo era un murciélago.

Cierta vez, en el estadio cerrado de Anzorena, Pappo me dijo al oído y a un costado del escenario que ojalá él tuviera la osadía (palabras más, palabras menos) de atreverse a manejar tantos pedales con tanta soltura y que si cerraba los ojos le parecía estar escuchando a tres guitarrista en un solo cuerpo mientras El Tipo de las Seis Cuerdas metía, como un alambre de púas en nuestro sistema auditivo, el solo de Estrellor.

Apareció como un espectro, por el pasillo de su casa, El Tipo de los Palillos y con su habitual candidez me mostró un pequeño cuento infantil que acababa de terminar de escribir en el que contaba la inocente vida de un niño caníbal y que después de un tiempo se convirtió en la letra de Alfonso y que hoy, al recordarlo, me infunde el miedo suficiente como para no ir hasta el baño con la luz apagada.

El Tipo del Micrófono anunció que iban a tocar Blue Eyes y giró dándole la espalda al público y me miró como miran los cuervos y tenía los ojos a punto de desbordarse de lágrimas y los puños cerrados de ira y empezó a cantar, quizás, deseándole un buen viaje a los ojos azules que habían partido de su vida para siempre.

Una vez El Gallego, que era el dueño de La Cortada, me dijo que no podía pagarnos cachet pero que podíamos beber gratis el vino de la casa y que dependía de la cantidad de gente que metiéramos para ver si pactábamos otro toque.

Esa noche metimos cien personas en un lugar con capacidad para treinta y fue una fiesta y El Gallego, cuando termino el show, se me acercó muy contento por lo que había facturado y me dijo que estaba todo bien para arreglar otro toque pero que le dijera cuanto queríamos cobrar porque no nos daba nunca más canilla libre porque entre nosotros cinco le habíamos bajado cuatro damajuanas de vino tinto.

En la prueba de sonido de Al Diablo, a la que fui con mi hijo que por entonces tenía cuatro años, fue la última vez que los vi arriba de un escenario juntos.

Vi como El Chaco levantaba los brazos hasta el cielo para bajarlos como una tormenta eléctrica sobre el redoblante y un sacrificado ton de pie.

Vi como El Chiki se balanceaba, como en trance, dentro del groove que él mismo había creado y nos llevaba de viaje quién sabe a dónde.

Vi como El Berni pisaba el wha- wha como el caballo de Atila debe haber pisado pastizales y como dejaba la marca de su anillo en el mástil de su guitarra.

Vi como El Juano, frente a un Shure, ladraba en lenguas eso que su sangre le había dictado y su voz traspasaba el alma de los que estábamos ahí.

Cuando volví a mi casa para cambiarme para ir al show me crucé con el espejo del baño y el tipo que vi del otro lado me recordó que no le gustaban las despedidas y entonces, haciéndole caso, me quedé sentado en un sillón, en silencio, junto a mi sombra y mi título de Stage Manager.

Todo esto viene a cuento porque una tarde, con un calor demencial, caminando y compartiendo auriculares que susurraban Virgen de Espaldas, mi hijo me preguntó cómo eran Las Vacas Sagradas como banda.

Sin contarle todo esto que les acabo de contar solo atiné a contestarle que no eran una banda de rock, que Las Vacas Sagradas eran, son y serán un estado en la mente.

Una única y demencial fiesta de ojos cerrados.

Y yo estuve ahí, en esa fiesta, con los ojos cerrados, para verlo todo.

5 comentarios:

MARIANA (espera, quien no espera?) dijo...

ay pelado, como me he perdido de tantas noches que vos le has sacado hasta la ultima gota de sangre. cada vez que te leo me dejas temblando. hermosa la cancion, aunque me la habias hecho escuchar con otra voz. Esto ya es demasiado.

sergei dijo...

Mi hermano mayor me hablo de esa banda y de un show que le rompieron la cabeza en la lateral del shopping. Increible la descripcion, quiero escucharlos ya! abrazo

pablo dijo...

loco como vas a escribir asi. cuando me muera quiero me escribas mi obituario. aguanten las vacas sagradas!!!!

SILVY.. dijo...

Hola PELA,que placer volver a tener tiempo para leer tus historias,porque esto de cocinar para la gente es placentero pero jodido.Hoy despues de mas de mes abri mi correo y como siempre,es un placer encontrar tus entregas.Besos.

Mariano R dijo...

Me colgue con mi beba de un mes que me enseña un monton de cosas y de a poco vuelvo a la lectura que como siempres es EXELENTE....!!!!!!