ESTUDIO DE CAMPO SOBRE LA INEXISTENCIA DEL AMOR

PALABRAS:
ESTUDIO DE CAMPO SOBRE LA INEXISTENCIA DEL AMOR - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
Jeremy (Pearl Jam) - Versión acústica 2008 - Hernán Pesce - Parte del cd "Music for our sons"


Jeremy (Version Acustica 2008) - Pearl Jam


ESTUDIO DE CAMPO SOBRE LA INEXISTENCIA DEL AMOR

Aunque ya tenía noticias de que Joel lo había encontrado, este domingo de invierno me levanté con la firme tesitura de que el amor no existe.

De que sólo es una idea que creamos en nuestra mente para sentirnos un poco más reconfortados, más a salvo de las cosas feas que suceden a menudo.

Cada vez más a menudo.

Yo no necesito pruebas de casi nada para creer en algo porque la situación es corta: o creo o no creo.

Pero esta vez me dio la sensación de que tenía que encontrar una prueba irrefutable para mostrarle al mundo lo veraz de la teoría con la cual había amanecido en mente.

Me largué a la calle como en ala delta y puse real atención en cada uno de los rincones de mi nuevo barrio, por el cuál iba pedaleando como si flotara, y me dije que si por esas casualidades veía al amor por ahí, mi teoría no tendría ningún fundamento.

Llegué hasta mi McDonal’s de San Martín y Maipú y vi gente desayunando.

Me fijé en todas la caras, que parecían abducidas por los diarios del día, y casi me alegré de ver que nadie se daba bola entre si, nadie estaba tomado de las manos, nadie se hablaba al oído, nadie se miraba.

Me fui por San Martín para el centro y pasé por una iglesia, miré para adentro y solo me encontré con la presencia de un Flaco que lo habían dejado colgado en una cruz hace miles de años, pero ni registro de alguna persona que le estuviera hablando o agradeciendo por el sacrificio.

Cada vez tomaba más fuerza y solidez mi hipótesis.

Un poco más adelante vi como dos tipos se reputeaban en una esquina porque uno no lo había dejado pasar al otro con el auto y demás boludeces.

Cuadras más adelante me fijé, especialmente, en dos chicos de unos veinte años, sentados muy cerca uno del otro en un banco de plaza y que ni siquiera se dirigían una mirada, mucho menos la palabra.

Cada vez juntaba más pruebas al respecto y encima, los árboles no hacían más que despedir hojas desde sus ramas que caían al suelo, amarillas y secas, de un amor que solo había durado dos estaciones.

A todo esto vos y yo, no solo no volvimos a vernos más, si no que tampoco volvimos a hablar por teléfono (cosa que yo odio y a vos te fascina) y calculo que andarás desandando tu vida sin ningún tipo de problemas y yo abocado a escribir estupideces, ver películas que no les presto la más mínima atención (y después digo que están malísimas) y estrenando un orgullo imbécil que hizo que me convierta en un tarado sin ningún tipo de interés comunicacional con la raza humana.

Para mí ya estaba todo dicho y claro.

El amor no existe.

Me senté, casi exultante, en el reparo de la parada del 41, cansado por el exhaustivo estudio de campo que me había llevado gran parte del día y en cuál no había encontrado una sola señal de que el amor existiera.

Por ende, no existe.

Ya estaba listo para comunicarle al mundo mi gran descubrimiento.

En ese instante llegaron a la parada una pareja de padres jóvenes.

Ella con una panza que aparentaba unos seis meses de embarazo y en un brazo le colgaban las bolsas del supermercado y en la otra una nena de aproximadamente dos años.

Él, llevaba la mayor cantidad de bolsas con las compras y cuidaba con los ojos a un niño de unos cuatro años.

Esperaron la llegada del colectivo a unos cinco metros de distancia, uno del otro, sin mirarse, sin hablarse y ella le daba la espalda a él, que se sentó a mi lado.

Mirándolos detenidamente y sin disimular el triunfo de mi conjetura, me quedé pensando en cómo habíamos vivido tantos años engañados por los libros, las canciones, los besos, las películas, por Dios o por el gobierno, pensando y creyendo en un sentimiento tan absurdo y abstracto como el amor.

En eso ella giró, lo miró a los ojos a él y le dijo:

-Gordo, estoy muerta de cansancio, pero apenas lleguemos a casa, me pongo a cocinarte las milanesas así tenés para llevarte mañana al trabajo.

Él se levanto de al lado mío, le sacó las bolsas de la mano, le dio un beso precioso en la panza y luego la abrazó, con todo el amor del mundo, sin decir una sola palabra.

Uno de los chicos correteaba alrededor persiguiendo una mariposa.

Me prendí un cigarrillo (el enésimo del día), me sonreí un rato incalculable y eché en el tacho de basura más cercano toda mi gansa teoría de que el amor no existe.

Son esas estupideces que se me ocurren los domingos por tanto extrañarte, de tanto esperarte y... de seguir haciéndolo.

...que estés sonriendo...

5 comentarios:

Guillermo P. dijo...

Muy Bueno Pela.... siga Remando, no le afloje....
Abrazo!

Anónimo dijo...

Me alegro mucho de que encontrases el amor en tu camino.. Siempre me sorprendes, no paress!!
Un beso muy fuerte!!
Hasta pronto!
Noe.

Anónimo dijo...

Leo cada entrega q haces me gustan muchisimo. Sabes lo que opino del amor, exceptuando a mis hijos.
Tengo el vino cuando quieras.
Daniela

sil. dijo...

HOLA PELAYTO QUERIDO,hace unas entregas atras,decis q VOS crees en el amor,vaya a saber q loca idea se te cruzo ahora,pero debo decirte q el amor SI existe,es muy loco pensar q nadie no nos puede amar,o acaso no ves cuantos casamientos hay por semana,ya se,algunos son de apuro.gracias por esta entrega.besos.

Mariano dijo...

Excelente....