CON SUERTE, 24 HORAS

PALABRAS:
CON SUERTE, 24 HORAS - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
Indifference (Pearl Jam) - Versión acústica 2009 - Hernán Pesce




CON SUERTE, 24 HORAS

Eran las ocho de la mañana de otro día cobarde y yo estaba como siempre, desayunando en McDonal’s y leyendo el diario cuando, examinando las noticias sin mucha atención, las hojas del matutino se me quedaron inmóviles en las necrológicas.

Nunca leo esa parte, debe ser por aversión o porque me importan un poco más los vivos que los muertos.

Quise cambiar de página, directo a los policiales y no podía dar vuelta la página que estaba acostada, como muerta, como me debo ver yo después de una violenta resaca.

Me llamó poderosamente la atención no poder levantar la hoja, pero más me sorprendió cuando de reojo vi mi obituario en el centro del cuadro.

Cristian Lagiglia, falleció el martes 25-08-2009 y su familia, amigos, compañeros de trabajo y acreedores participan con profundo pesar (sobretodo los acreedores) de su fallecimiento. QEPD.

Me debo haber quedado un minuto en silencio, haciendo un minuto de silencio en mi memoria, hasta que me cayó la ficha.

Miré la tapa de mi diario y la fecha indicaba que, en efecto, el diario era del miércoles 26 de agosto de 2009.

Automáticamente le pregunté a una chica que estaba en la mesa de al lado si sabía que fecha era hoy y, casi sin prestarme atención, me contestó que era lunes 24 de agosto.

Prendí un faso y mientras se me pasaba el asombro y se me enfriaba el café con leche, me fijé que el diario que tenía la chica en la mano no era el mismo que estaba leyendo yo.

También caí en la cuenta de que me quedaban, con suerte, veinticuatro horas.

Manos a la obra, pensé.

Me fui hasta mi sucuchito nuevo de Martínez de Rosas y Avellaneda, cargué en mi morral la botella de Jack Daniel’s, el muñequito de Sid de la Era del Hielo que me regaló Mariam, un cuadro con la foto de Fede y un disco del Polaco Goyeneche y enfilé las naves hacia el laburo.

Antes les dejé a La Maga y a Matu un papelito escrito que decía: gracias por el amor... que estén sonriendo.

Cuando llegué a Alico me encontré en la puerta con Fernando y le pegué un cálido abrazo, le manguié un cigarrillo y le pedí que si me hacía la gamba de ir él a mis entrevistas con los clientes que tenía ese día y que se las pusiera a nombre de él, nomás, y le pedí que le avisara a Alejandro (mi Jefe) que hoy no iba a atender el celular porque tenía una bocha de cosas que hacer.

Me fui caminando despacito y me imaginé, atrás mío, la cara de Fernando, que no debe haber entendido absolutamente nada.

No me di vuelta.

Enfilé derecho para la casa de mi vieja y la encontré dándole pelea a la bicicleta fija, mientras en la tele estaba viendo el dvd de Cacho Castaña que yo le regalé (ya lo había agrietado de tanto verlo) y cantaba a viva voz Garganta Con Arena.

De casualidad estaba mi viejo ahí, porque hoy no le había tocado ir a laburar y me quedé un par de horas con ellos, tomándonos unos mates y hablando de cualquier estupidez.

Cuando me fui, les di un beso grandísimo a los dos y les dije que los amaba y que muchas gracias por todo, que no había manera de devolverles lo que habían hecho conmigo y que ya iban a entender.

Se quedaron en la puerta de la casa, uno al lado del otro, en silencio, tratando de descifrar que qué carajo les había querido decir.

Me dirigí hacia al centro y el día estaba realmente precioso, de a poco se estaba poniendo caluroso por un leve viento zonda en altura y un par de nubes esperaban al sol, hacia al oeste, y como a las cuatro de la tarde se matarían a besos, pensé.

Quedé en juntarme con Mariela para tomarnos un café en San Marco y cuando ella vino nos enroscamos hablando de la quinta temporada de Lost y de cómo le había dejado el cerebro la escena cuando Sayid le pega el tiro a Benjamin Linus niño.

Después de un rato de charla me avisó que ya se tenía que ir a buscar a Abril a la escuela y cuando nos estábamos despidiendo le dije que se diera una vuelta por el departamento porque quería regalarle el cuadro de OJODEPEZ para que lo colgara en su nueva casita.

Mariela me dijo que no había ningún problema, pero que no entendía la razón (sabía que yo amaba ése cuadro).

Yo me sonreí, solamente, y le dije que con ella iba a estar en mejores manos.

Le di un abrazo lleno de infinito y un beso en las pecas y le pedí que le dijera a Abril que la llevaba para siempre en mi corazón, como la llevaba a ella y que ahora las iba a cuidar como no las había cuidado nunca.

No le dije desde dónde.

Me fui por Espejo, para arriba, con las manos en los bolsillos.

La llamé a la madre de Fede y le dije que no se preocupara, que hoy iba yo a buscarlo a la escuela y que se quedaba a almorzar conmigo.

Partí rápidamente en bondi hasta Maristas y me quedé esperando a que el pendejo saliera.

Cuando me vio, saltó de alegría y nos fuimos pegándonos patadas en el culo hasta la parada del colectivo.

Le dije que nos íbamos hasta mi McDonal’s de San Martín Y Maipú a comer un buen Cuarto de Libra grill con queso y un grosso Big Mac y que por primera vez y también por última, íbamos a agrandar los combos.

Con el morfi en la mesa, nuestra charla iba deambulando entre lo horrible que jugó River, los goles que hizo en el picadito del recreo, algo de la letra de La Última Curda que no había entendido bien y los nuevos trucos que había aprendido para hacer goles de tijera en el Proevolution 2009.

Tengo que confesar que se me estaba estrujando el corazón al verle esa mirada tan de él, esa mirada que parece que no entiende nada y a la vez ya sacó ficha de todo.

Con el corazón en la boca le dije que lo amaba con todo el alma y que la verdad, se cuidara mucho, porque él era lo único bueno que yo había hecho en esta perra vida.

Me contestó que no era lo único bueno que había hecho, que una vez, el año pasado, me había visto hacer un golazo en la canchita de futsal, dejando tres rivales en el piso y empujando la pelota a la red de taco.

Me colgué pensando en la jugada y me dije a mi mismo que no había estado nada mal.

También pensé en lo simple que era la visión sobre la vida desde la óptica de un niño, que qué loco que era comparar su existencia con un simple gol.

Cuando mi mente volvió de la jugada le dije que más temprano que tarde, quería que todos los discos que yo tenía se los llevara él con la excusa de que en su poder iba a poder prestarle más atención y aprender, escuchándolos, todo lo que me preguntaba a mí.

También le dije que quería que se dejara la campera de cuero que me había regalado Grillo y que él sabía que yo adoraba, porque ya no me entraba colgada en el caño que me servía de placard y que a él, en algún momento, cuando creciera, le iba a quedar mejor.

No me dijo nada, pero me abrazó como si alguno de los dos hubiéramos hecho el gol en la final del Mundial Sudáfrica 2010 y nos quedamos así hasta que la vimos llegar a la madre, que ya venía a buscarlo.

Cuando se alejaba, me miró y me dijo que me amaba, por primera vez, mirándome a los ojos y yo, con las lágrimas cruzadas como una daga en la garganta, le dije que yo también y lo despedí con la mano en alto sin poderla bajar, hasta que se me perdió de vista.

Ni sabía cuanto tiempo me quedaba, pero quería aprovecharlo a full, así que me fui de una disparada hasta abajo del puente donde viven Rufino y su perro de ojos verdes y en el camino le compré un clavel blanco y una botella de vino Callia Sirah.

Cuando me encontré con ellos y les di los presentes, el viejo me miró a los ojos, entendió todo y no dijo absolutamente nada.

Abrió la botella y tomando del pico, nos quedamos un buen rato, los tres, en silencio, viendo pasar autos y chicas que seguro iban para el colegio.

Cuando me levanté para irme, el viejo volvió a mirarme y adelantó su mano derecha para chocarla con la mía y me dijo con los ojos, zarpados de vino y de ayer, buen viaje.

El perro de ojos verdes no dijo nada.

Ya estaba en tiempo de descuento y empecé a mirar al mundo con el placer de quien lo mira por primera vez.

El cielo parecía que lo acababa de pintar Van Gogh y algunas nubes se tropezaban entre ellas para verme pasar, a paso lento, rumbo al sucucho de Beltrán.

Entré como un ladrón furtivo al sucucho por el ventanal (hacían dos meses que yo ya no vivía ahí) y por suerte no estaban los nuevos inquilinos.

Si la Gran Dama venía a llevarme...ahí era donde me tenía que buscar.

Una vez adentro, lo primero que hice fue ir a mear y lo segundo fue abrir el Jack Daniel’s que estaba esperando el momento propicio para ser desvirgado y vaya si éste lo era.

Era ahora o nunca.

Agarré una lapicera y un poco de papel y me puse a escribirle una carta de despedida al Ale.

En ella lo hacía cargo de despedirme de todos los chicos, le decía que le dijera al Negro que en su honor me iba pedir Una Bomba en el bar del cielo o del infierno, todavía no sabía cual era la barra que me iba a tocar, le pedía que le dijera al Mayi que cuando fuera a ver a Fito y éste cantara Mariposa Technicolor, no la cantara, no porque yo no estaba ahí, si no, porque solito canta muy feo.

Le puse en la carta que le dijera a Grillo que me iba a vivir un tiempo en paz, sin el sobresalto de saber que juntarme con él era para terminar en cana, por lo menos hasta que él estirara la pata.

Le pedí que le dijera al Pata que hemos sido libres y nos hemos enjaulado, que ya nadie puede bajar a vernos, que ya nadie puede darle asilo a las cosas que hemos dejado de lado y que le dejaba mis besos, todo mi amor y alguna que otra puteada a Michels, El Cabezón y a Fato. Ellos saben muy bien el porqué. Le encomendé que alentara a Berni a seguir con OJOSDEPEZ, que yo sabía que Samàs lo iba a iluminar.

Que además le dejaba a él, en herencia, un menú que me habían regalado en la Esquina Homero Manzi, mi gorro de polar y la estampita del Polaco Goyeneche que tengo pegada en la heladera.

También en la carta le ponía que lo único que se moría, mañana, era una mitad mía, la otra mitad estaba a salvo en las Islas Canarias y se iba con él de tapas por algunos bares de poca monta que solo me pude imaginar como eran a lo largo de este tiempo en el que no volvimos a vernos la jeta.

Y también le puse que lo amaba con todo mi alma, como se aman esas cosas que pronto van a suceder, porque no lo amaba por lo que había sido, más bien lo amaba por lo que iba a ser.

Guardé la carta en mi morral con la certeza de que alguien la iba a encontrar y se la iba a hacer llegar.

Prendí mi enésimo faso del día y también el último y puse Garúa a un volumen moderado en el equipo de música que había en el departamento y me apoyé en mi ventanal amado del sucucho de Beltrán a mirar para arriba y cuando el Polaco fraseaba eso de...” mientras tanto la garúa se acentúa con sus púas en mi corazón”..., el cielo se pobló de nubes y empezó a llover como Dios manda, como mi vida manda.

Sólo quedaba al resguardo del cielo cerrado una Luna Llena que me miraba casi sin poder creerlo y le tiré dos besos, uno por mejilla y con el pensamiento se la devolví a Mariela, que muy gentilmente me la había prestado hacía ya un tiempo prolongado.

Busqué el billete de veinte pesos que una vez me regaló Mauro para un cumpleaños, lo besé y lo guardé en el bolsillo.

Siempre supe que teniéndolo en mi poder jamás me iba a poder sentir pobre.

Me reí a carcajadas cuando me di cuenta de que por fin se me había revelado la solución, bastante drástica por cierto, para dejar de pensar en vos, mientras jugaba con Sid en mis manos y me acordaba, detalle por detalle, de la noche en Bananarana y de cómo me hubiese quedado a vivir para siempre rebotando...ahí.

Y así, en silencio, me quedé pensando en El Yayo, a quien en un rato, momentos más, momentos menos, iba a volver a ver.

Y, apoyado en el ventanal (que apuntaba hacia la libertad) mientras terminaba mi cigarrillo, observé un rato largo la foto de Fede en la que mira para arriba, como casi siempre hacía yo y me dispuse a esperar a La Parca, que me parece que ya se le estaba haciendo un poco tarde.

Y me perdí en mis pensamientos y me fui apagando de a poco y lo último que pensé fue que lo bueno de todo esto es que no me tenía que preocupar por planchar ninguna camisa porque mañana iba a faltar al laburo sin previo aviso.

Otra vez.

7 comentarios:

Guillermo P. dijo...

Como siempre sus merecidos aplausos.... clap clap clap clap....Muy bueno pelado.... y siga viviendo que la parca no avisa....

Anónimo dijo...

Cristian menos mal que seguis viviendo´sino q excusa uso para safar del trabajo.Besos.Sil.

Marcelo dijo...

Espectacular como siempre Narigón. Nunca dejes de escribir, porque realmente movilizan tus palabras. Por enésima vez te digo que te amo y hasta pronto.

cristian dijo...

Gracias de corazón por los comment...pero dejenme ponerme de pie y aplaudir a mi hermano Hernán porque lo que hizo con Indifference solo lo puede hacer él.
Borré de un compilado de Pearl Jam la original y puse la tuya....

Berni dijo...

ay...demasiado honor...

Mariano dijo...

Como nos tenes acostumbrados a este monton de lectores...Excelente!!!

Anónimo dijo...

narigon, peladooo.. jaja como te bardean los que te conocen..
Mira, caia x aca por un amigo.. y la verdad me colgue esperando los Lunes para saber con que vas a salir..
Solo esperando, que en algun momento de tu narracion contes algo sobre esa Mza k ahora ta lejos, lejos.. Solo para alimentar un poco la nostalgia y recordar casi sin querer, uno que otro lugar en el k pude haber estado.!

Tremendo lo tuyo! Mucho Exito!