PALABRAS:
Nº 2 EN TU LISTA - Cristian Lagiglia

MÙSICA:
WONDERWALL - (Oasis) - Versión acústica 2008 - Hernán Pesce - Parte del cd "Music for our sons"


wonderwall_master2.mp3 - Oasis

Nº 2 EN TU LISTA

¿Existe alguna enfermedad más maldita que el amor?
Seguramente la humanidad ha padecido toda clase de males que se ha buscado por sus propios medios, con ese espíritu autosuficiente, suicida y necio.
Y otros males han sido escupidos sobre ella gentilmente por Dios o por lo que creamos que es más superior a nosotros.

Una de esas maldiciones es el amor.

Muchas de las enfermedades que conocemos tienen casi los mismos síntomas, y me refiero, pura y exclusivamente, a los síntomas que uno siente cuando padece amor.

Sentís mariposas en el estómago, por llamarlo de una forma romántica, caminás en círculos sin encontrar respuestas a preguntas que ni siquiera te formulás, pero te empeñas en seguir buscándolas, sentís de una manera agobiante esa sensación de estar ahogándote sin siquiera haber tocado el agua o con todo el oxígeno del mundo a tu alcance y, como en ninguna otra enfermedad, sentís la presencia abrumadora de la ausencia, en el caso de haberlo perdido.

Pero no me quiero referir solamente a lo que apesta del amor, seria muy fácil y queda muy bien sufrir por amor.

Me quiero referir a la prehistoria de ese sentimiento.

Todo el mundo, si cierra los ojos un instante, recordará hasta con lujo de detalles como fue la primera vez que sintió eso que todos convenimos en llamar amor.

Y ahí va ella, subiendo la escalera, después de un largo y divertido verano, que la lleva directo a séptimo A.Ocho años conviviendo con su presencia y nunca la había notado. ¿Por qué ahora?
Para colmo de males, aconsejada por no se quién, venía con un peinado para nada normal para una chica de doce años.
Automáticamente se me presentó el primero de los síntomas de los que hablábamos antes, mariposas en el estómago y esa sensación de estar cayendo y nunca tocar fondo.

Por las caras que vi a mí alrededor, todo el staff masculino de ésa escuela estaba siendo atacado por una bandada de las mariposas de las que les hablaba.

Ella, inmutable, se deslizaba como si caminara sobre el agua, sin percatarse de lo que había generado a su alrededor.

El primero que atinara y saliera del estupor de mirar cara a cara a un ángel, llevaría la ventaja, para nada despreciable, de captar su atención.

Me anoté en ese primer pelotón.

Traté por todos los medios de esperar a que eligiera en qué lugar del grado se iba a ubicar, para colocarme equidistante y al alcance de su vista.

De pronto, dentro de ese torbellino de hormonas que era mi cuerpo, me encontraba planeando estrategias para algo de lo que no tenía ni la más mínima idea como se manejaba.

Por fin se sentó, y como un tarado me quedé embelesado mirándola como acomodaba sus útiles en el tercer banco fila dos contando desde la puerta del grado.

Tarado porque, quizás sin intención o quizás también con mariposas en el estómago, el anodino de Guillermo Videla me ganó de mano y se sentó en el banco que, imperceptiblemente, había divisado yo, como el mejor para estar cerca de ella.

Me quedé parado, con mi mejor cara de bobo, en el medio del grado, sin percatarme de que la maestra me miraba como esperando que mi cerebro le indicara a mis piernas dirigirme hasta alguna ubicación. En definitiva, terminé sentado en la octava fila sexto banco, a un océano de distancia de su mirada.

De una patada, afuera del primer pelotón.

Aparte de nuevo, esto que sentía, parece que no iba a ser nada sencillo.

Traté por todos los medios, dentro de mi indisimulada timidez, de que en algún momento mirara para atrás.

A todo esto, cada uno de nuestros compañeros, comentaba como habían sido sus vacaciones, donde las habían pasado, con quién y todas esas estupideces que a nadie le interesan y que cada uno, a su tiempo, se empeñan en contar.

Yo no escuchaba a nadie, pero me di cuenta que ella miraba a cada uno de los chicos que iban contando su historia, por lo que caí en la cuenta de que cuando me tocara a mi me miraría y me prestaría atención.

Aquí apareció otro problema.
Yo no me había ido de vacaciones a ningún lado y me la había pasado jugando a la pelota en la plaza y atorranteando con mis vecinos, más o menos, lo que venía haciendo los últimos siete años.

Quiero detenerme acá.

Esta mañana era una mañana insólita, aparte de lo de las mariposas que todavía estaba procesando, sentí por primera vez la franja imperceptible entre ser grande y ser chico.

Me sentía que todo lo que había sido mi vida hasta esa mañana, y que yo creía que jamás iba a cambiar, se caía a pedazos.

Porque hasta que la vi, yo seguía siendo chico, haciendo cosas de chico y sintiéndome, sin saberlo, chico. Y ahora no me servia.

¿De qué carajo iba hablar?, ¿de los partidos memorables que jugué desde la mañana hasta la tarde noche en la plaza de mi barrio, con las zapatillas que me regaló mi abuelo para Navidad?, ¿iba hablar de lo divertido que era después de cenar, juntarme con los chicos a jugar a las escondidas y ser el que siempre salvaba
a todos los compas?

Creo que en ese instante dejé de ser chico y, en mi mente, empecé a convertirme en lo que todos llaman adolescente.

Cuando me tocó a mí, murmuré algo incomprensible y traté de utilizar metáforas para barnizar algo tan simple como el hecho de que no había hecho absolutamente nada productivo en todo el verano.

Ella me miró durante los segundos interminables que duro mi diatriba, y mi boca parloteaba sin parar, pero mi mente solo registraba como, de costado, ella me miraba.

Creí que ese era el paraíso.

Primer recreo y otra vez, la estrategia en funcionamiento para poder acercarme a su mirada como hacía un ratito.

De repente surgió otro problema de difícil resolución.

¿Como les explicaba a mis compañeros que no me iba a prender en el eterno picadito que armábamos en el patio con el manojo de medias viejas que usábamos como pelota?

¿Qué les decía?, ¿qué me había enamorado locamente y que por primera vez en ocho años me importaba un carajo ganarle a Séptimo B?

Automáticamente comprendí otra cosa, amigos y chicas no van de la mano, a no ser que los amigos anden buscando chicas, y para eso, faltaban un par de años largos.

Me prendí en el partido más por una cuestión de no tener que inventarme alguna excusa, que por las ganas de clavarle algún gol a Carlitos Altamira.

Llevaba cinco minutos del recreo sin poder tocar el bollo de medias, cuando todos subían, yo bajaba y viceversa, pero en ningún momento perdí de vista esa hermosa cabellera que se paseaba por el patio hablando con otras chicas y llevando en sus manos un paquete de galletitas Manon y un juguito de naranja que venia en un envase de plástico circular.

Hasta que se sentó en las gradas de cemento que hacían una especie de tribuna que daba a lo que habíamos convertido en cancha.

Juro por la Virgen de Mangas Cortas, que me miró por dos segundos a los ojos y, créanme amigos, ni antes ni después, jugué un partido tan glorioso como en los restantes cinco minutos de ese recreo. Séptimo A 6 – Séptimo B 4.

Yo hice cinco goles y le hice hacer el restante al burro de Alejandro Campanario, que llevaba toda la primaria sin hacer, ni siquiera, un puto tiro al arco.

Se que vio todo el partido, porque yo con un ojo le apuntaba la pelota entre ceja y ceja al pobre Carlitos y con el otro, lo único que hacía era mirarla a ella.

Éxtasis total.

Así transcurrió gran parte del año, tratando de captar su atención con mi estúpida inteligencia dentro del grado y en el recreo, goleando sin atenuantes a nuestros rivales de siempre, siempre y cuando ella estuviera viendo el partido.

Hasta que pasó algo ese año que no había pasado nunca por mi mente.

Se organizó el primer bailecito del año, en la casa de Gladys Arce, en el que iban a concurrir los dos grados.

La semana previa no pude pegar un ojo de la excitación.

Iba a estar cerca de ella en un ámbito que no era el de la escuela.

Recuerdo perfectamente que mi vieja me compró, para la ocasión, un espantoso pantalón mil rayas con una camisa a cuadros muy parecida a las que usaba mi viejo y una riquísima colonia marca Pibes, que traía a unos chicos dibujados en su envase, disfrazados de rugbiers y luchadores de Judo.

Ese mismo día, también, nació mi obsesiva puntualidad.

Llegué a la casa de Gladys como media hora antes y obviamente, primero que todos, cosa que se repetiría a lo largo de toda mi vida, en cada una de las reuniones sociales a las que concurrí.

Iban llegando los chicos de a uno y yo sentado en un rincón del patio, con los nervios destrozados y sin poder articular alguna frase coherente, esperando a que llegara ella.

Hasta que tocaron el timbre y algo dentro mío me dijo que ése era el momento.

Atravesó el portón como un ángel que surca las nubes del cielo para desparramar su belleza en la tierra.

Vestido de bambula blanco hasta las rodillas, zapatos guillermina de un blanco inmaculado, bronceado de ése mismo día que hacían resaltar sus ojazos verdes como esmeraldas y el cabello atado con dos colitas que las sostenían unos colines con la cara de Sarah Kay.

Si alguna vez estuve cerca de un paro cardíaco, ésa fue la primera vez.

Pusieron música en un grabador doble cassettera y la banda de sonido de esta película era Luis Miguel, el espanto del primer disco, no el de los boleros, la asquerosidad de Súbete a mi moto de Menudo y lo que para mi eran los Rolling Stones de la época…Los Parchis.

Yo tenía un póster gigante en la cabecera de mi cama y los fui a ver cuando vinieron a cantar al Estadio Pacifico.

¿Todavía no les dije que era un boludo importante, no?

De pronto, alguno de los más despiertos de los chicos, propuso jugar a un juego que no había sentido nombrar nunca.

El juego de la Botellita.

Consistía en hacer una ronda entre todos los presentes, chicos y chicas intercalados, y alguien hacía girar la bendita botella y a las personas que apuntaban sus extremos debían pasar por una prenda.

Iban pasando los minutos y nos reíamos de los infortunados que la botella señalaba y yo me reía más, porque todavía no me había tocado a mí.

Hasta que la ruleta de la vida hizo girar endemoniadamente a la botella y como si el croupier gritara a los cuatro vientos “negro el 17…”, el pico la apuntó directamente a ella y el culo, inequívocamente, a mí.

No hubo registro en los noticieros ni en los diarios, pero en ese momento, el mundo se salió de su eje y dejó de girar.

Sentía a lo lejos las voces desquiciadas de los chicos gritando “piquito...piquito” y sinceramente, yo ya había perdido para siempre la conciencia.

Sin siquiera pensarlo, o quizás para pasar lo más rápidamente posible por el mal trago, ella dio un paso al frente y quedamos cara a cara en el medio de la ronda.

La miré como miré el mar por primera vez, con la certeza de que jamás había tenido algo más celestial frente a mí y ella, en un movimiento de bailarina de cajita musical, inclinó su cabeza hacia mi y estiró su boca de fresas hasta que hizo contacto, fugaz como los sueños de una noche de verano, con la mía.

Creo que si la eternidad existe, se quedó a vivir para siempre en ese instante.
Creo que si la eternidad existe, sólo dura un segundo.

Todavía estaba reponiéndome del estado de shock, y mientras veía en cámara lenta como los demás chicos, incluida ella, se iban dispersando por el patio a buscar alguna gaseosa o galletas, se me acercó Carlitos Altamira con su metro cincuenta repleto de cancherismo y me dijo al pasar:

- Me podrás cagar a goles todos los dias, pero yo que voy al arco, metí el golazo más grande. Ayer me puse de novio con Maria Cecilia, ¿viste que linda que es?

De todas las trompadas que recibí en mi vida, ésta, que fue la primera, no me la pude olvidar nunca más.

Creo que si la eternidad existe, sólo dura un segundo.

Gracias Carlitos, te seguí haciendo goles todo el año y después te pusiste gordo como una vaca.

Ceci, mil gracias por las mariposas en el estómago y por ser la primera en romperme el corazón y tirárselo a los perros.

Me volví a casa por la calle Soler, con las manos en los bolsillos de mi pantalón milrayas oliendo más a desilusión y frustración que a colonia Pibes.

Era el primer desengaño, no iba a ser el último.


8 comentarios:

Marcelo dijo...

Narigón, que espectacular. La verdad, un relato maravilloso. Te mando un beso.

cristian dijo...

Gracias hermano...me alegro que te haya gustado...capaz que vos tambien tuviste mariposas en el estómago...pero si me guio por tu estomago de hoy...tendrás halcones...no lo digo por lo gordo sino por el amorrrrr.

Anónimo dijo...

Que viva el romanticismo y los romanticos!!!

Haber tenido desengaños.. Es de afortunados, significa que por lo menos estubiste enamorado, y corrigeme si miento.. hay algo mejor que estar enamorado... (no lo pienses mucho rato..jeje) Yo esq me apunte al club de los masoquistas.. que le voy a hacer..

Suerteeeee!!! sigue asiiiii!!!!
Noe.

cristian dijo...

Por culpa de estar siempre enamorado es que...no puedo abrir paquetes de galletas como Dios manda. Que le vamos a hacer, en el club del que sos socia(Deportivo Masoca Fuckin' Club) yo soy presidente, DT, tiro el centro y lo cabeceo y estoy parado en el paravalanchas aguantando los trapos. Lo bueno es que algún día, quiero creer, voy a salir campeón.
Besos.............

Anónimo dijo...

Perdoname el atrevimiento pero...Esq eso es lo que pasa, que estas a todo, en la cancha y en la grada, y con todo no puedes.. fijate, te paso con Ceci, te ocupaste de meter goles, y la mirabas de reojo, pero no te sentaste a su lado a charlar mientras mirabas los goles desde la grada, no!! los tenias que marcar tu!!!
esque si abres el paquete de galletas, no puedes estar a la vez abriendo el de los bizcochitos y a su vez prepararte una tostada...
Con mucho cariño.. Noe.

silvia dijo...

PELA QUERIDO,esta historia me encanta,es verdad q muchas veces este terrible sentimiento llamado AMOR nos pone mal,pero tambien es cierto q estar enamorado es SIN PALABRAS,amar al q te corresponde es mas q genial.Ahora te digo q c.... el Altamira ese,q poco macho ni jugar al futbol sabia.TQM.TU FANS NUMERO UNO.

Guillermo P. dijo...

Muy bueno Critian, te pasas che! Te felicito de verdad....

cristian dijo...

Gracias Noe, Gracias Silvy(ahora que mi vieja aprendio a leer dice que ella es la fan Nº1)y gracias Guille, seguramente si cierran los ojos unos segundos coincidiran con el ruido que las mariposas hacen en las tripas cuando vienen a quedarse.