EL VIAJE A NINGUNA PARTE

PALABRAS:
EL VIAJE A NINGUNA PARTE - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

ACROSS THE UNIVERSE
(The Beatles) - Versión acústica 2009 (Hernán Pesce)


EL VIAJE A NINGUNA PARTE

Matu estaba regando sus plantitas, me pidió que pusiera un poco de The Doors y empezó a contarme los planes que tenía para implementar una pequeña granja a solo un metro y medio de la puerta de mi habitación.

Cuando entró en detalles como almácigos, cañas, hidrocultivos y demás misceláneas (de las cuáles no entiendo un sorcho) empecé a notar que mis ojos veían perfectamente como él movía la boca pero mi mente decidió irse en ese preciso momento de viaje.

Empezó a sonar en el equipo Moonlight Drive.

Mi mente salió de mi casa, cruzó la placita y fue directo hasta el kiosco de Gabi por un paquete de Lucky Strike y en breves instantes ya estaba caminando entre los edificios y la gente que salía de laburar en el microcentro de mi Buenos Aires querido.

Bajé por Corrientes rumbo al Paseo La Plaza, antes me paré en una librería y busqué como un desesperado El Señor de los Venenos de Enrique Symns.

Al hallarlo en un estante de ofertas miré hacia los cuatro costados y como nadie se había fijado en mi presencia opté por guardarlo, sin cargo de conciencia, entre mis ropas.

Siempre pensé que no hay placer mayor que leer un libro robado y esperar a que también algún día te lo roben.

Llegué al Paseo y eludiendo una infinidad de promotores de espectáculos que te llenan las manos con papelitos que promocionan obras de teatro me dirigí hacia el cantero que está en el medio del complejo y que contiene un ciprés de más de cien años.

Ya sentado y prendiendo un cigarrillo, me puse a ojear las primeras páginas del libro y en ese instante se me acercó una chica que me preguntó si no tenía ganas de viajar con ella.

Tiré el cigarrillo y me fui de viaje con la rubia.

Al cabo de unos segundos estábamos en Casablanca, Marruecos, paseando bajo un sol inclemente por la plaza Muhammad V.

Nos sentamos en el borde de una fuente y nos pusimos a conversar en perfecto español con un lugareño que nos ofrecía ser nuestro guía turístico a cambio de un puñado de dólares.

La rubia me miró y nos levantamos saludando a nuestro simpático interlocutor que se las estaba arreglando como podía para que el loro, que tenía en una jaula sin barrotes, dejara de decir barbaridades.

Cruzamos la calle, atravesamos el denso tráfico y al llegar a la otra vereda ya estábamos en Palermo, Sicilia y le comenté por lo bajo a la rubia que el origen de mi familia provenía de esta isla y en eso se largó a llover a cántaros y nos pusimos a resguardo de una lluvia criminal bajo el alero de una confitería mientras veíamos como hacían malabares los artesanos de Plaza Pretoria para juntar sus petates y salvarlos del agua.

Empezó a salir el sol y llegamos caminando hasta el caserío de Cefalú, enclavado entre la montaña y una vista demoledora de sentidos del Mar Tirreno que se extendía delante de nuestros ojos, mientras la rubia le compraba una bolsa de almendras a una señora que tenía más años que la propia muerte.

Mientras íbamos degustando las almendras entramos por un estrecho callejón del conglomerado del caserío y cuando alcanzamos a ver a unos chicos jugando a la pelota nos dimos cuenta de que ya estábamos en el Golfo de León, en la mismísima Marsella.

Nos quedamos absortos al ver la cantidad impresionante de yates que dormían una lánguida siesta amarrados a los muelles del puerto.

Caminamos sin decirnos mucho hasta la estación St. Charles y abordamos el tren que estaba a punto de partir y vi como la rubia le preguntaba a un guarda acerca de las precisas combinaciones que teníamos que hacer para llegar a ningún lugar.

En pleno viaje nos levantamos de nuestros asientos y empezamos a caminar dentro del tren, atravesando vagones, mientras compartíamos los auriculares de mi mp3 en el que seguían sonando The Doors.

Llegamos casi hasta el final de la máquina y advertimos que ya no estábamos en nuestro tren, si no, en un subte que volaba debajo de las entrañas de Notting Hill.

Cuando nos asomamos a la superficie nos encontramos con el carnaval de la ciudad, que es una de las fiestas más famosas del Reino Unido, y fue un flash mezclarnos entre la gente y quedar casi ciegos de la cantidad de colores que nos golpeaban en los ojos.

Entramos en sintonía y nos fuimos a puro baile con la comparsa hasta los límites de la ciudad y yo seguía buscando desesperadamente encontrarme con Julia Roberts o Hugh Grant.

Ya, un poco cansados, entramos en una estación de servicios a comprar cigarrillos y un par de cervezas y me quedé sorprendido por la amabilidad con la que atendía un mexicano que parecía sacado de las películas de Robert Rodríguez.

Salimos afuera del drugstore y el paisaje, ahora, nos mostraba una inhóspita y calurosa Ciudad Juaréz, casi en el límite imaginario que tiene el Primer Mundo del tercero.

A lo lejos se escuchaba por los parlantes de un Polara, en vías de extinción, una selección de narcocorridos.

A unos metros míos la rubia se estaba parlando a un machote mexicano que era todo tatuaje y transpiración y al cabo de unos minutos nos alejábamos por la ruta 45 a bordo de una Harley Davidson que parecía que tenía más viajes que Julio Verne y delante de nuestros ojos se fueron extinguiendo Chiguagua, Ciudad de Las Delicias y todo un atardecer.

Tomamos la ruta 49, pasamos como si nos persiguiera el mismísimo Diablo por Durango y, en un abrir y cerrar de ojos, la rubia estaba estacionando la moto en la esquina de Martínez de Rosas y Avellaneda.

Me saludó con un furtivo beso en los labios, no dijo absolutamente nada y la vi perderse entre los autos yendo hacia el este, camino quién sabe dónde.

Mi mente entró de vuelta a mi casa, subió la escalera, atravesó la terraza y se encontró de nuevo con Matu que ahora me contaba con lujos de detalles como había sido el alumbramiento de una nueva frutilla que se veía roja como el cielo de la tarde.

Justo alcancé a escuchar los últimos compases de Moonlight Drive.

Me senté en la computadora para escribir esta historia y me quedó flotando en la cabeza un solo pensamiento.

Es increíble la guita que uno se ahorra teniendo una buena mano para plantar lo que sea y que crezca rozagante y ni les digo si gozás de un poco de imaginación.


5 comentarios:

Berni dijo...

Hola gente... denuevo con los Beatles... está claro que la historia del Negro tira una clarisima onda "berni-tocate-algo-de-los-doors", conozco mis limites... y por sobre todas las cosas, respeto esos limites (o creo hacerlo)...

Igualmente, para demostrar que no soy una gallina, les regalo una version bastante jugada y furiosa de Across the Universe, de The Beatles... Jugada porque es muy dificil de cantar, a pesar de parecer muy simple (ahi es donde radica la grandeza de estos tipitos)... y furiosa, porque estuve tdo el fin de semana de mudanza y estoy muerto de cansancio, pero igual me tengo que levantar, y bla, bla bla... Pero esa es otra historia...

Paz, amor y buen rock para todos...

Berni

Marcelo dijo...

Berni, tu música, excelente como siempre.

Anónimo dijo...

Muy bueno.!! me encanto.!!

Guillermo P. dijo...

Buenisimo como siempre pelado!
Siga asi....!

SIL dijo...

Hola Pela and Berni,maravilloso este trabajo.Pela q bueno tu viaje,salvo el mexicano.Les cuento q hace mucho tiempo fuimos con mi viejo de viaje por el norte del pais,y llevabamos un cassete de LOS BEATLES,el cual sono todo el viaje,no imaginan lo facinante q fue viajar con luna llena y estos tipitos de fondo.Gracias por esto y besos a los dos.Hasta el lunes los requiero.Silvy.