FUEGO GRIS

PALABRAS:
FUEGO GRIS - Cristian Lagiglia

MÙSICA:

TRUE TO BLOOD
(Hernán Pesce)
Versión acústica - preproducción

FUEGO GRIS

Iba volviendo a su casa rural después de dar clases de inglés en una escuela remota y casi perdida en pleno desierto de Lavalle.

Cuando la chata que lo había acercado hasta la huella, desde donde tenía que caminar dos kilómetros hasta su hogar, se perdió entre el polvo del camino, Rufino se estiró con la mano su saco beige, más viejo que el tiempo y sintió una puntada muy profunda en la boca del estómago.

Presentimientos, pensó.

Caminó por la huella casi sin levantar la vista del piso y el aire le trajo un olor a humo bastante asqueroso.

Levantó la vista y a lo lejos vio el fuego, frente a él.

Venía desde su casa.

Corrió como si lo estuviera persiguiendo el Diablo y él sentía que no había avanzado un solo paso.

Cuando llegó a la entrada de lo que había sido su casa, la vio consumida por las llamas, devastada, como un barco viejo que ha decidido hundirse para no nadar más.

Cerró los ojos por el humo y por el dolor, e imaginó a su esposa y su hijita de seis años, adentro, sin haber tenido la posibilidad de darle pelea al fuego.

Su corazón dejó de latir para siempre.

Pegó media vuelta y, a su vida, no volvió nunca más.

Esta historia me la contó una siesta de verano mientras nos íbamos haciendo amigos, bendecidos y maldecidos a la vez por un porrón de Genever Bols, bajo el puente que divide a la República de Dorrego del Principado de Godoy Cruz y que desde hace un largo tiempo es el reino donde acumula sus tesoros de ciruja.

Un tipo sabio, que le robó los secretos del universo a las miles de lunas que lo acunaron cuando los recuerdos se hacían lacerantes y el sueño no pintaba ni a placé.

Un tipo que me enseñó muchísimas cosas de la vida porque desde esa tarde en que un fuego gris le dejó el cuerpo a la intemperie del alma ha andado dándose besos con La Muerte y jurándole amor eterno para que se lo lleve de una buena vez.

Y ya sabemos, quién besa a la Muerte en la boca...corre con ventaja.

Ahora lo acompaña un perro de ojos verdes, casi tan flaco como él y como yo, que cuando me los encuentro por la calle, el perro siempre va unos pasos atrás, siguiendo a su Quijote.

Van juntos, vagando por los barrios cercanos, sin alejarse mucho de su guarida, pidiendo por las casas algo para tirarle al estómago y si hay algo para tomar, mucho mejor.

Un día me llevó hasta una acequia y me hizo mirar el agua que por ella corría, pero ésa, ésa ya es otra historia.

Su saco sigue siendo el mismo de esa fatídica tarde donde su reloj biológico dejó de funcionar para siempre.

Rufino también sigue siendo el mismo de esa tarde.

El tipo de los presentimientos como dagas.


a Rufino y su perro de ojos verdes.-

4 comentarios:

Anónimo dijo...

espectacular, y triste . Que sea la penultima vez que no llegan a tiempo . Besos

SIL... dijo...

GRACIAS,QUE SUERTE QUE RUFINO Y SU PERRO DE OJOS VERDES TE TIENEN A SU LADO.

Anónimo dijo...

ANDÁ AL PUTA QUE TE PARIÓ...

SAPO...

Mariano R dijo...

Me dejaste sin palabras viejo.....