TRISTE, SOLITARIO Y FINAL

PALABRAS:
TRISTE, SOLITARIO Y FINAL - Cristián Lagiglia

MÚSICA:
ELDERLY WOMAN BEHIND A COUNTER IN A SMALL TOWN (Pearl Jam)
Versión acústica - Hernán Pesce




TRISTE, SOLITARIO Y FINAL

Cuando laburaba en el centro siempre paraba una o dos veces al día en el Café San Marco.

Me convertí en un habitué permanente por los precios accesibles de su carta, por la calidad de lo que servían, por la excelente atención que dispensaban y porque ahí tenía charlas memorables de fútbol y política con El Flaco, un bostero sumamente inteligente, de los pocos que se pueden encontrar por ahí, que era el dueño y también, con toda su familia, que atendían y cocinaban, formando una hermosa cooperativa familiar.

Es un cafetín como los de antes, enclavado en la calle Espejo al 100, una de las pocas calles lindas que tiene el centro de Mendoza y era muy parecido a los que te podés encontrar en cada rincón de mi Buenos Aires querido.

Me quedó la costumbre de ir a ese lugar porque ahí nos juntábamos siempre con Ale cuando él volvía de algún viaje cuando laburaba en Andesmar.

De tanto ir a cafetear o a almorzar, fui notando caras que con el correr de los días se iban haciendo repetitivas, sentadas siempre respetando sus lugares y hasta sus posturas.

Estaba en la primera mesa, junto a la ventana, una rubia de nariz dibujada por Milo Manara, con un trajecito sastre y pin del HSBC. Siempre mirando la pantalla de su notebook y tomando su té con limón.

En la mesa de al lado se sentaba una señora de edad indefinida, ojeaba muy por encima los diarios y luego de haberlos repasado todos, recién, bebía de su café con leche de a sorbitos cortos y mirando hacia la puerta, esperando por algo o por alguien que jamás venían.

Más atrás se acomodaban, en una mesa para cuatro, un par de oficinistas grises, de trajes grises y miradas aún más grises y que con el correr del tiempo, me dieron la impresión que ya formaban parte del mobiliario. Estaban muy lejos de ser artistas, asesinos seriales o trapecistas de circo, para mí que eran contadores o escribanos, no me cabía ninguna duda.

El que me llamó siempre la atención era el tipo que se sentaba al fondo, cerca de la máquina de café y del baño, siempre atento a la puerta y con una mirada perturbadora, en la que trataba de ocultarse, de pasar lo más desapercibido posible.

Un hombre de unos cincuenta años, algo de canas en las laderas de su cabeza, lentes en la mitad de la nariz y un halo de misterio que lo envolvía como una bufanda.

Su postura era distante pero siempre cordial, veía entrar a todos los clientes del bar y con un balanceo tenue de cabeza los saludaba dándoles la bienvenida y enseguida volvía la vista a sus papeles.

En el rato que yo pasaba ahí, se le acercaban distintas clases de personas, se sentaban unos instantes con él y al toque se iban rumbo a la calle.

Siempre me llamó la atención que junto a una par de carpetas que tenía en la mesa apoyaba un libro de Osvaldo Soriano, creo que era Triste, solitario y final, si la vista no me fallaba.

Jamás lo vi leyéndolo, jamás vi a ese libro abierto y pude advertir que no tenía un señalador de páginas por lo cual daba la impresión de que nunca lo había abierto.

Pedía un cortado mediano en vaso y una medialuna que después no se comía y se quedaba mirando hacia la puerta, saludando a los que entraban al bar y esperando a que alguien se le sentara en la mesa.

Un lunes cualquiera entré al bar y vi a la flaca del Banco que hablaba por celular, saludé a la vieja que ni siquiera levantó la vista, un poco más allá, los gricesitos en silencio y fui directo hasta la caja a saludarlo al Flaco. Nos quedamos un instante charlando acerca de lo mal que habían jugado tanto Boca como River y un par de comentarios más, mientras el Colo, hijo del Flaco, me acercaba el desayuno de siempre.

Me fui a mi mesa y en el camino advertí que el tipo no estaba en su lugar, como todos los días, como siempre. Me pareció raro pero rápidamente me hundí en el diario del día y no le presté mayor atención.

Al otro día lo mismo, la rubia escribiendo en su notebook, la vieja esperando que pasara el tren de la vida mirando por la ventana y los tipos opacos leyendo cada uno una sección distinta del diario.

Del tipo ni noticias.

Me acerqué al Flaco y con un poco de pudor le pregunté si sabía que le había pasado al hombre que se sentaba en la mesa del fondo.

-Te la perdiste, Pelado, se lo llevó la cana el viernes de acá, cerca del mediodía. Parece que tenía una transa importante con la fabricación de DNI truchos. Yo no tenía ni idea. Un momento de mierda. Por un tiempito largo, me parece que no le vamos a ver el pelo.

Me senté de vuelta en mi lugar y me quedé pensando un rato largo en él y de la suerte que estaría corriendo en ese momento. Me lo imaginé en una celda sin cortado en vaso mediano, en silencio y con todo el tiempo del mundo para por fin, abrir el libro del Gordo Soriano.

Después no volví a pensar nunca más en él.

Casi tres años después, entré al San Marco a saludar, yo ya estaba trabajando en Godoy Cruz y paraba en el McDonald’s de San Martín y Maipú.

Fue como si el tiempo no hubiera pasado, en un instante, El Flaco ya me estaba gastando por la goleada con baile que nos comimos a manos de Huracán de Parque Patricios y me empezó a correr con la idea de que si terminábamos últimos de nuevo me iba a tener que ir a vivir a la Isla de Pascua.

Mientras soportaba el escarnio del Flaco, giré la cabeza para saber quien estaba ocupando mi lugar y en el paneo de ojos que hice por todo el lugar me encontré al misterioso tipo sentado en su mesa de siempre, con las carpetas de siempre y ahora lo acompañaba, cerrada y en silencio, una Biblia de un tamaño excesivo.

Lo miré fijo al Flaco y con la mirada sorprendida y un ademán de cabeza le pregunté que qué hacía el tipo sentado de nuevo ahí.

El Flaco, acercándose a mí y con voz muy baja, me dijo:

-Lo soltaron hace como dos meses. Parece que en la cana se hizo pastor evangelista o algo por el estilo y ahora predica la palabra del Señor. Todo muy loco, Pelado, antes vendía identidades, ahora compra almas.

El tipo en el fondo seguía mirando hacia la puerta, saludaba gentilmente a todos los parroquianos del bar y esperaba a que alguien se le sentara en su mesa buscando, ya no ser otra persona, sino más bien, inquiriendo la salvación del alma, con la Biblia cerrada.

Otro negocio redondo.

6 comentarios:

MARIANA(la ansiosa) dijo...

Me engañaste, me dijiste que ibas a colgar otra. Lo mismo me encantó la narración, esta semana es saludable que no hables de vos. No se como haces, pero me da una ansiedad esperar por esto. O simplemente esperar a que se te alinien los astros, como vos decís. Excelente la canción, casualmente es mi ringtone.

patricia dijo...

Copada la versión del tema de Pearl Jam. Para cuando el disco???, y muy loco lo de la historia, yo parao aveces en ese café, ojalá algún día te encuentre sentado mirando como se construyen tus historias. Pago yo!!!

VALERIA dijo...

Vivo en Sydney, me manda este blog super recomendado mi hermana que vive en Rosario. Me alucinó la historia, luego varias de las demás, pero sobretodo ésta que habla de mi amado café San Marco. Se lo muestro a un amigo que lleva más tiempo que yo fuera del país, flashea como yo y reconoce tu nombre. Entramos en facebook y él cae en la cuenta que su primer disco de rock (Ten, de Pearl Jam)se lo vendiste vos en una disquería de la calle Lavalle. Miro las fotos tuyas y me doy cuenta que una vez me atendiste en Garbarino y me dijiste que no comprara ese dvd porque era una cagada y yo en agradecimiento te regale un alfajor Milka y vos me dijiste que solo comías Tatín y se lo regalaste adelante mío a un compañero. Loco sos un flahs, lo loco es que siempre lo has sido.

SILVY... dijo...

Cristian que buenos comentarios que se te hacen,que placer conocerte,el regalo que la vida me ha dado de ser tu amiga ¡NO TIENE PRECIO!ES UN ORGULLO PARA MI QUE SEAS PARTE DE MI ENTORNO.¡TQM!Berny un abrazo para vos,le hable de vos a mi amigo"el bajista Marcelo Lucero",vive en Mexico,se lo llevaron como musico invitado Los Enanitos Verdes,pero ahora tiene su propia banda,es un grande y en un mes sale su disco.BESOS A LOS DOS.

Mariano R dijo...

Cristian muy bueno el relato pero me mato el comentario de Valeria, me imagino que a vos tambien...y no podes no comer alfajor milka!!!

ELPELADO dijo...

Marianita, calculo que ahora se me linearán los astros, gracias Patricia y Silvi por las palabras y Vale, me acuerdo la situación perfectamente y de tu cara y de las ganas de decirme algo más que tuviste...pero en esa época era casado. Marianito, Con Milka todo bien, lo que no me gusta es la vaca violeta...por las alucinaciones, vio?