SIGUIENDO LOS PASOS DEL MAESTRO

PALABRAS:
SIGUIENDO LOS PASOS DEL MAESTRO
Cristián Lagiglia
MÚSICA:
BETTER WAY (Ben Harper)
Hernán Pesce - Versión acústica 2010



SIGUIENDO LOS PASOS DEL MAESTRO

Me pareció que era él.
Desde lejos daba toda la impresión que era él, pero la verdad, no estaba tan seguro.
¿Qué hacía este hombre, ya entrado en años, peleando denodadamente con unos cordones rebeldes que no se querían atar por debajo de sus botines?
Me pareció que era él y no dudé un segundo en acercarme lo suficiente como para sacarme la espina.
Me pareció que era él y tenía mucha razón.

Sonreí para mi adentro y me fui a sentar con los pibes de mi equipo que estaban, como siempre, sentados en los bancos donde da el sol y cambiándose para empezar el partido.

Lo vi de lejos que dio unos saltitos cortos, cerca del área, más para darse confianza que para entrar en calor.
Lo presentí cansado, lo intuí hastiado y me pareció que no eran los años, sino la vida misma.

Inmediatamente me enfrasqué en la charla técnica que estaba dando uno de mis compañeros, pero no le saqué la vista de encima.
Se le acercó una pelota como pidiendo perdón y se quedó a dormir un segundo interminable en su empeine y luego, con torpeza, volvió a besar el césped y lejos de lo que en otro tiempo había sido el guante de su pie izquierdo.
Miró rápidamente para los costados como para asegurarse de que nadie había visto que la pelota no le había hecho ningún tipo de caso y dio un trotecito corto hasta ella y con el borde interno de la zurda, ese toque que no esconde ningún virtuosismo sino más bien seguridad, se la acercó a uno de sus compañeros que estaban entrando en calor.

Se alejó un poco del montón y se quedó mirando un rato al cielo, que ese sábado a la tarde se había vestido con sus mejores galas y que el sol lo acompañaba como Dios manda en un sábado a la siesta de picado.
Me pregunté en que estaría pensando o si acaso se estaría acordando de cuántos gloriosos partidos había jugado en algún sábado parecido a éste.

Me acuerdo perfectamente cuando mi viejo me decía, después de los tallarines del medio día, que agarrara la radio chiquita del Yayo y me pusiera un abrigo por las dudas, que nos íbamos a la cancha a ver jugar al Maestro.
Y el Maestro jugaba, y parecía que jugaba un partido para él solo, porque la pelota lo buscaba estuviera donde estuviera ubicado en la cancha, como dos pibes se buscan entre las sombras de un baile.
Y él la acariciaba, la escondía debajo de la suela de la zurda y no dejaba que ningún extraño del equipo contrario la tocara hasta que él decidiera darle destino de pecho de un compañero o de red si estaba cerca de la 18.

Me parece ahora escuchar cómo se agrandaba el murmullo en la popular cuando el Maestro la dormía en el muslo y como un bailarín del Colón sorteaba las gambas asesinas que lo único que querían eran que esa tribuna se callara.
También recuerdo que cuando hacía un gol no lo festejaba eufóricamente, si no que se quedaba pensativo y melancólico mirando como la pelota se acostaba a dormir una siestita eterna de pocos segundos en el fondo de la red hasta que el fastidio del arquero la despertaba y la mandaba de un patadón para el medio de la cancha.

Ahora lo tenía de rival y el partido estaba por empezar y él seguía absorto mirando ese cielo que lo miraba solo a él.
El silbato del árbitro me trajo a la realidad y vi como todos nos acomodábamos a lo largo y a lo ancho de la cancha buscando la mejor posición para poder recibir un pase y también vi como el Maestro, con un paso cansino, se movió unos metros y levantó la mano para avisarles a sus compañeros que estaba esperando, solo, que se la pasaran para hacer lo que él sabía hacer.

Pasaban los minutos y la bola no le llegaba o al revés, él no llegaba hasta donde estaba su amante, que ahora prefería volar por los aires después del que el número 3 le diera un voleo que le hizo doler todas las costuras.
Se lo notaba falto de distancia, lento, como dormido en un pasado que fue glorioso y del cual ya no tenía memoria.
Cuando le pasé cerca, sentí que sus pulmones bufaban como un bandoneón triste de ochava que no tiene quien lo escuche.
Lo vi apesadumbrado cuando la redonda iba directo hacia el encuentro de su zurda y sin ninguna explicación aparente, se le escurrió, como la vida, por debajo de la suela buscando la línea de cal.

Pasaron los eternos minutos que duran esas batallas en las que nos sentimos inmortales corriendo detrás de la pelota y no pude sacarme de la memoria esa tarde en la cancha de la Lepra, en la tribuna, pegadito del lado izquierdo de mi viejo, quizás para estar más cerquita de su corazón, y el Maestro la recibió en tres cuarto de cancha sin siquiera mirar hacia el suelo, como sabiendo que ella estaba ahí, como siempre.
La pinchó con la punta del botín para que tomara un poco de altura y la besó con los tres dedos del borde externo de la zurda para clavarla en un ángulo, de emboquillada, por arriba del arquero adelantado.
La cancha se vino abajo y vi a mi viejo tan feliz y abrazándose con desconocidos, que me bastó unos segundos para entender que eso era la magia.

Ahora, el partido ya se extinguía y yo veía al Maestro deambular como un alma en pena por la punta izquierda, buscando el aire que le faltaban a sus pulmones en los recovecos del banco de suplentes.
Se moría el partido y por esas burlas del destino, la pelota le llegó al Maestro, como buscando refugio en alguien que la tratara bien.

Lo vi tomar aire y matarla con el pecho como en sus tardes más gloriosas y también vi que nadie se molestó en ir a marcarlo, ¿para qué?, si el viejo ése se marca solo, como habíase burlado alguien un rato antes.

La pelota bajó con calma por su pecho y se ladeó para el lado izquierdo, como sabiendo, y vi el brillo incandescente de sus ojos como riéndose de un secreto que solo ellos dos sabían.
La acomodó un poquito y le enterró la zurda en el gajo preciso y ella viajó con boleto de ida para guardarse por el resto de la eternidad en el fondo del arco.
Nos quedamos absortos, nos miramos unos a otros y no lo podíamos creer, sin embargo él, miró con melancolía la lejanía de la redonda y le clavó los ojos a ése cielo que solo lo miraba a él y le guiñó un ojo.

Se terminó el partido. Después de esto ya no podía seguir.

Me quedé en un rincón juntando mis cosas y vi como mi hijo se acercaba a consolarme por la ajustada derrota y me preguntó un poco con interés y otro con sorna, que quién era el viejo que nos había hecho semejante gol.

-El Maestro, hijo, tu abuelo me llevaba cuando era chico a la cancha a verlo jugar.

Cruzamos toda la cancha de la mano con mi hijo y lo vi sentadito, solo, todavía peleando con la rebeldía de los cordones de sus botines, ahora para sacárselos.

-¡Grande Maestro!, solo atiné a decir.

-Gracias pibe...

-Nos vemos el sábado que viene, Maestro.

No me contestó, se quedó con los ojitos entrecerrados y con una sonrisa tatuada en la boca, esa sonrisa de quién sabe un secreto y no te lo puede contar y mirando a ese cielo, que parecía que solo lo miraba a él.

Al otro sábado ya no volvió.

...dedicado a todos los que alguna vez dieron alegrías
dentro de una cancha de fobal...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vos fuiste uno de esos tipos que dio alegría en una cancha, que no corrías, volabas, que no buscabas goles, los goles te encontraban a vos. Recuerdo perfectamente una tarde en la cancha de Murialdo en la que ganaron 3-0 a la Lepra y vos le clavaste, uno en cada tiempo, dos goles de chilena. No, creeme, que el agradecido soy yo.

Heriberto Correa

Anónimo dijo...

El Victor, El Negro Camargo, Loco Fornari, Mudo Castellino, Chaco Ramirez, Cayo Logiácono, Gringo Mémoli,Cochina Olguín, Maladot, Juan Gilberto Funes, Ariel Gómez, Cuvertino, Abaurre, Navez, Pralong, Escobar, Gauto, Foppoli, Solorza, Avendaño, Flaco Salinas, Ruli Coria, Lechuga Alaniz, Colchón Herrera, Panza Videla y vos!!!!!!
Gracias por este homenaje a los que gustamos del buen futbol.

marcelo dijo...

Un relato digno de Apo o del maestr Dolina, felicitaciones

MONTECRISTO dijo...

Un aplauso cerrado a la versión de Ben Harper uno de mis artistas favoritos y al que Hernán hace honor y aplauso a la historia emocionante. Además de escritor fuiste sos jugador de futbol? Este blog no deja de sorprenderme

MARIANA(presaenmiciudad) dijo...

Que ganas de verte, de mirarte, de estar cerca, peligrosamente en offside, ya no importa la historia que escribas, mi HISTORIA sos vos!!!!!!!